domingo, 21 de febrero de 2016

LA ENFERMEDAD COMO DESTINO




El médico es un ser honorable, que nos hace sanar cuando estamos enfermos, pero es que hay personas que entran en el círculo de ir a la consulta de aquel, por cada sensación que tienen, por cada pinchacito que notan, o porque ellos estiman que algo no funciona como quisieran. Muchas veces no padecen de nada, solo que son personas aprehensibles y, con su constancia, se hacen enfermos crónicos hipocondriacos, que más bien necesitarían ir a la consulta de un psicólogo o de un psiquiatra, pero esa vía no la exploran, ellos continúan yendo a la consulta de su médico. Ante tal insistencia, el médico les receta algún tranquilizante, y si se obstinan en el hipotético mal, les prescribe algún medicamento, por si acaso.
¿Qué sucede entonces? – pues que cada vez que pasan por la consulta salen con dos nuevos tratamientos. Después, esas mismas personas dicen estar hartas de tomar pastillas, siendo posible que ahora si se quejen algunos de su órganos por el efecto secundario de los tratamientos. La química en el cuerpo tiene sus efectos beneficiosos para unas cosas y perjudiciales para otras, nuestro hígado tiene que filtrar las sustancias y retiene cantidad de materia tóxica,             que en muchos de los casos no hubiera sido necesaria. ¡Hay que salir de ese círculo de persona enferma!, debemos sentirnos bien y pensar más en positivo, tener menos miedo de que vayamos a perder la vida, pues esa es una realidad que nos puede suceder a cualquiera de nosotros en cualquier momento; pero no podemos atiborrarnos de pastillas, que ningún bien nos hace cuando el riesgo que asumimos es innecesario.
Algunos pensarán que cuando los manda un médico no han de ser malos y, repito, son buenos para unas dolencias, pero todos tienen sus reacciones adversas, que pueden dañar a otras funciones del cuerpo. Así que debemos tomar medicamentos, solo cuando realmente los necesitemos, ni auto medicarnos, ni tomar la consulta de un médico como un pasatiempo semanal más.
El cuerpo es duro y aguanta, pero hasta un punto determinado. También hay que aceptar que envejecemos y que van apareciendo las goteras, por lo que seguramente no vamos a estar toda la vida como una rosa. Las dolencias propias de la edad llegan y hay que aceptarlas, no vamos a estar parando todo con pastillas, porque es parte natural del deterioro físico. A todos nos duele algo, unos días más que otros, pero eso no significa que cada vez que sienta algún dolor ya voy a estar cogiendo una cita previa, porque es que entonces no terminamos y nos envenenamos.
Lo que debemos hacer es modificar los hábitos adquiridos a lo largo de la vida. Debemos caminar mucho más, que nos de el sol y el aire. Alimentarnos mejor, más sano: más frutas y verduras, menos carnes, casi nada de dulces y grasas. Menos televisión basura y más hobbies que nos entusiasmen. Vivir más relajados y no irritarnos por tonterías, discutir menos y amar más. Emplear nuestro tiempo más sabiamente, en definitiva. Pasear y pasear y, si quieres, acércate a la puerta del ambulatorio para dar un abrazo a tu médico y desearle un buen día. Verás como te sentirás mejor, a un médico le hoy una frase sabia: “Menos plato y más zapato”. ¡Ya sabes, la salud la tienes en tus manos, tú decides!

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