domingo, 17 de abril de 2016

REFLEXIÓN DOMINICAL




Mucha gente dice que la vida es como es, aunque ellos se quieran referir a la situación que nos toca vivir, y es verdad. Pero, yo me pregunto si debemos conformarnos con lo que nos viene impuesto, cuando realmente se pueden hacer otras cosas, o cuando las condiciones pueden mejorar para todos. Comprendo que la lucha de uno solo es, posiblemente, insuficiente frente a una inercia social determinada. Sin embargo, y a pesar de ello, creo que cada uno de nosotros lo debe intentar. Hay que movilizarse en algún sentido, hay que manifestarse, hay que hacer crítica y protesta sobre aquello que nos dirige al fin perseguido por unos pocos. Cuando uno sienta que debe hacerlo, no debería guardarlo en el interior, para evitar hacerse daño, además de encausar nuevas sendas a transitar.
Nada está perdido, pues si hay condiciones y cualidades que no se han establecido en nuestra sociedad, siendo ventajosas para la gente, es algo por lo que luchar. La vida, esta existencia como me gusta llamarle, hay que vivirla con un sentido, para algo, y que ese algo nos satisfaga a nosotros, y a ser posible al resto de los mortales. Cada día entiendo menos el sinsentido, la falta de amor, de consideración, el menosprecio, la maldad, la agonía, la avaricia y todas esas manifestaciones que impiden la unión de las personas. Tenemos la obligación de ser felices, y para ello debemos encontrar un sentido a nuestras vidas, un ritmo pausado y adecuado a nuestra genética. Debemos sentirnos lo suficientemente libres y respetados, como para ser capaces de hacer cosas sin el temor a las críticas ajenas, al error o al aplauso. No se fracasa cuando se intentan las cosas, solo se adquiere mayor experiencia de lo que es oportuno hacer y de lo que no conviene repetir.
Al margen de los pensamientos de cada uno, de su originalidad propia, etc., se hace necesario algo que se va dispersando cada día más en la sociedad, que son los puntos de confluencia. Hay que prestar atención a los demás porque nadie es el centro alrededor del cual gira todo. Tenemos que enriquecernos con el conocimiento cedido de unos a otros. Debemos coincidir en la lucha por la sociedad justa y equitativa que nos merecemos, y dejar al lado los valores mediocres impuestos por aquellos que tienen determinados intereses, casi siempre, monetarios. En las relaciones no puede seguir primando el dinero que se tenga, sino la ayuda que se es capaz de ofrecer o el amor que se entregue a nuestros semejantes. La sociedad se ha de humanizar, y las personas han de llegar a adquirir la conciencia de la humanidad. Debemos sentir a todos los habitantes de la Tierra, y tenemos que llegar a “sufrir” por ellos, en el sentido de que exijamos para todos los demás, lo que queramos conseguir para nosotros. Nuestra felicidad no será completa, mientras tengamos abandonadas a tantas criaturas viviendo en condiciones deplorables: económica, sanidad, educación, seguridad, etc.
Esto no puede seguir siendo: “yo voy a lo mío, y al resto que le den…”, frase que muchos pronuncian alguna vez en su vida. Yo soy un engranaje de la maquinaria de la humanidad, y mi obligación es hacer de cada acto mío, un pequeño avance para conseguir ese otro mundo más justo y equitativo para todos los habitantes del Planeta. Hasta que no actúe de este modo, no habré aprendido nada, no habré comprendido el sentido profundo de la energía de vida que somos.

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