jueves, 8 de septiembre de 2016

DEJADEZ POR INTERESES

                                                        Imagen: www.fernandotazon.com.es



Son muchos los temas que no se controlan adecuadamente dando lugar a gastos innecesarios. Hacen falta más inspectores de Trabajo y de Hacienda, principalmente. Hay que controlar de un modo más efectivo la evasión de capitales, la ingeniería fiscal para tributar ridículamente, la economía sumergida y que los parados estén realmente sin empleo. Hay que vigilar las condiciones de trabajo reales frente a lo que dicen los contratos y las horas por las que los empresarios dan de alta a sus empleados. Hay que eliminar el dinero circulante para que todas las transacciones se hagan mediante operaciones de las que queden asientos contables y, por tanto, puedan ser revisables y declarables.
Hay mucho por hacer y, es por ello, que no se entiende como se suceden los Gobiernos con mayoría absoluta sin que terminen con estas prácticas tan comunes. Cualquier tema que abordes tiene flecos y puntos de diversa importancia, que nunca se atajan, lo que resulta incomprensible para cualquier ciudadano o ciudadana. La costumbre es poner en lo público a un político al frente, pero esa persona, la mayoría de las veces no sabe nada de las operaciones que en esa área de la Administración se atiende. Por tanto, no puede dirigir nada, pues solo tiene desconocimiento del asunto y de las transacciones u objetivos para el que nació tal o cual departamento público. Entonces vemos que de este modo hay cantidad de “responsables”, que no lo pueden ser por puro desconocimiento, es solo un puesto de trabajo dado a dedo a un político. Con todo ello, lo que resulta es que los funcionarios del lugar hacen lo que pueden, y a veces, lo que quieren porque no hay control alguno.
Acerca del funcionariado habría que hablar mucho, ya comprendo que existe la doble vertiente: el funcionario tiene que saber que no va a perder su trabajo si hace las cosas bien, pero lo malo es que sabe que tampoco lo va a perder si las hace regular o se tira más o menos a la vagancia. Yo soy de la opinión de que el funcionario como cualquier otro tipo de trabajador, cuando su rendimiento no es el adecuado o su praxis no es ética, debe perder el trabajo. Tampoco me vale aquello tan corriente: el funcionario que deja de serlo para integrarse en la política, y cuando es cogido con el carrito de los helados y es expulsado de la política, se vuelve a incorporar a su antiguo puesto de funcionario. Es inexplicable que alguien que se dejó corromper, por ejemplo, retorne a su puesto de funcionario, ¡no!, oiga, usted es un chorizo, y no es admisible que una persona de esa catadura ética y moral, cobre de nuevo del erario público. ¡Debe perder su plaza! Esto hay que legislarlo en una sociedad seria que pretenda tener gente responsable y honesta al frente de las Instituciones, pero claro, si los de arriba son semidelincuentes, los que le siguen se ponen en sintonía y obedecen los dictados; lo que no les exime de responsabilidad, pues debieran de denunciar a sus superiores en cuanto observan el fraude o la ilegalidad.
Una sociedad diferente es totalmente posible, es por eso que podemos imaginarla, pero es necesario que el castigo se intensifique para que los infractores sepan a qué atenerse. ¿Por qué los Gobiernos se suceden y siguen las leyes siendo tan deficientes, así como escasos los medios para combatir los fraudes y la delincuencia organizada? Los que pelean por los sillones deberían reflexionar sobre esto.

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