jueves, 15 de septiembre de 2016

SANANDO CON EL SOL

                                                Imagen: www.fondosdepantallaya.com


Apúntate al mayor espectáculo del día, ver salir al Sol. Verás como comienza clareando la zona del cielo por donde saldrá. No dejes de mirar allá donde esa zona con mayor luz se funde con el horizonte. Contempla como las nubes cercanas se van tornando de naranja cada vez más intenso. Mira como la superficie cercana al lugar por donde podremos ver al astro Sol se ilumina como si hubiera empezado a arder… ¡es inmenso! Es un lienzo caprichoso pintado con fotones de luz que se tornan en luces de colores de diversos matices y tonalidades, según la lejanía o la densidad de la materia que atraviesen los rayos de luz.
Lo dicen los sabios, ellos dicen que es un momento especial de energía y yo lo corroboro, ¡apúntate, no te lo pierdas!, es un momento mágico, no dejes de mirarlo deseando que la energía del Sol haga las transformaciones que en ti deba hacer. Desea, si quieres, que esa misma luz penetre en ti para sanar aquellas partes de tu cuerpo que lo pudieran necesitar. Siéntate en el suelo, sobre la tierra o la hierba, trata de tener tu espalda estirada, erguida, y al mismo tiempo siéntate relajado para poder contemplar el mayor espectáculo del día. Déjate hacer mientras no dejas de mirar al Sol, no temas ninguna sensación que puedas comenzar a sentir, permítele que suceda. Tú no estás en ese momento para analizar nada, solo estás para sentir, para abrirte y para vivir.
Ya hablamos de la técnica de Sungazing, en la que un maestro hindú, Hira Ratan Manek, nos hablaba de cómo iniciarnos en esta práctica de mirar al Sol. Solo tienes que saber, como ya dije anteriormente, que se debe mirar al Sol, sin gafas de ningún tipo,  en la primera hora tras su salida (que es cuando tiene más energía) o en la última hora, previa, a su puesta u ocaso. Además debes saber que tienes que comenzar por mirar diez segundos el primer día y aumentar diez segundos cada día que pase, hasta llegar a cuarenta y cinco minutos, lo que sucederá a los nueve meses de práctica. Tras ese tiempo, solo tienes que mirar al Sol durante quince minutos diarios, para mantener sus efectos beneficiosos sobre nuestra salud física y mental.
Comprendo que puedas pensar que es difícil para ti, que no tienes tiempo o que te coincide con la hora de desplazamiento hacia tu trabajo, etc. También puedes pensar que es un impedimento hacerlo en la ciudad, que sería más maravilloso hacerlo si vivieras en el campo. Puedes llevar razón, pero siempre es una excusa, pues cuando alguien está convencido de que algo quiere hacerlo, se adapta a las circunstancias y lo hace. El Sol sale en todos los lugares y para todos, su energía es dada cada día a todos por igual, al menos que alguien lo evite a voluntad propia. Si alguien quiere hacer la práctica, tiene verdadero empeño en realizarla y recibir sus beneficios, la hará, buscará el lugar y el momento, hará un paréntesis y no se perderá el gran espectáculo de la salida del Sol. Es un nacimiento, un parto si quieres, se hace esperar mientras te va anunciando su llegada con todos esos signos luminosos y de colores que antes refería. La quietud llega ante tu excitación provocada por la belleza que tienes delante de tus ojos. En aquel instante algo sucede en tu cabeza y comienzas a percibir planos más sutiles al tiempo que el reloj pareciera que se detiene… ¡tic,tic,tic!, es la alarma del móvil indicando que el tiempo de la práctica se ha agotado y te quedas con ganas de más.

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