viernes, 4 de diciembre de 2020

UN AÑO MUY PARTICULAR

 Te atreves a dormir en el castillo de Drácula? | Blog Viajero Astuto | EL  PAÍS

                                            Imagen: www.elpais.com

         Este está siendo un año muy particular, todos los rayos y centellas que se escapan de los cuentos tenebrosos de brujas, magos y personajes extraños, recluidos en castillos por donde deambulan fantasmas y se originan episodios de poltergeist bajo un temporal endemoniado de truenos y lluvias incesantes, vienen a hacer su aparición en el tiempo que marca el presente año. Todos mienten, alguien dice la verdad, nadie sabe qué sucede, pocos deben saber qué hacer con el COVID. Muchos maquillan las cifras a conveniencia en función de las fiestas y las presiones comerciales, se mueren pero no las suman, no se mueren pero sí se suman, depende de la necesidad de acojonar a la población, de la necesidad de aflojar un poco el cinturón de la ciudadanía y de los comerciantes. Hay un programa en radio que se llama: Nadie sabe nada, pues esto es lo mismo, la situación es nueva, el origen sigue siendo el gran desconocido y hacia donde ningún país mira… ¿por qué será?, aquí se trata de combatir el bicho, indudablemente, pero paralelamente el castigo de los autores, si los hubiere, debiera de ser ejemplar. No se puede poner en jaque a la población mundial y enterrar a algunos millones de personas por una prueba, una negligencia, una agenda mundial, el nuevo orden dictado por unos pocos poderosos, o el capricho de quien quiera derrumbar la economía mundial con la intención que fuere.

            No podemos decir que el final de año vaya a ser triunfal, ningún apelativo eufórico es justo aplicarlo a este año, sino todo lo contrario, no sé si llamarlo de año triste para muchos, un año que se ha de despedir por orden de los gobernantes y ficticios especialistas sanitarios, sin besos, sin abrazos, en la distancia, a través de las pantallas de los móviles e, incluso, de tener a algún familiar en una residencia de mayores, casi sin saber nada de su soledad. Nuestros mayores están desterrados por normativa COVID bajo la amenaza de ser contagiados si se reúnen en persona con sus familiares… ¡qué final de año tan cruel y dramático! Este año la esperanza al volver la última página del almanaque será la dichosa vacuna, la vacuna más veloz jamás inventada, seguramente se la ha de incluir en el libro de los Guinness. Nunca antes un remedio de ese tipo vio la luz tan apresuradamente, algo que como poco es cuestionable, al menos en el aspecto de su garantía, de su ausencia de efectos secundarios y desconocidos.

            El negocio es redondo, ya podemos calificarlo de negocio del siglo, varios países y no más de una decena de laboratorios multinacionales, llevan meses frotándose las manos. Hoy decían los medios que China vendería antes de finalizar diciembre seiscientos millones de dosis, cabe preguntarse: ¿Qué precio le pondrán a las dosis, cuánto sangrarán a los contribuyentes del mundo?, y si se apura la bolsa, pero es para, verdaderamente, eliminar el bicho, estará bien empleado, ¿y si no es así?, ¿alguien devolverá la pasta?, ¿dirán los laboratorios: nos equivocamos, no servía, nos faltó tiempo para ensayar, lo siento, no volverá a ocurrir?

            Se acerca la Navidad, viene un puente, como antesala de la misma, y muchos haciendo caso omiso a las recomendaciones del filósofo, cogen los transportes públicos y sus propios vehículos para alejarse del mundanal ruido. Todos quieren cambiar de aires, visitar a la familia o descansar en sus segundas viviendas. La gente acude como si no hubiera COVID a ver cómo se ilumina una calle típica y central de su ciudad con el colorista alumbrado de esta época. La gente sigue haciendo fiestas en pisos, mientras el sistema manipula las cifras, como dije antes, conforme interese recluir a la población en las casas, o aflojar un poco para que corran a dejar parte de sus salarios en los establecimientos comerciales. Los horarios, también hemos visto cómo se estiraban o menguaban por conveniencia… ¡no entiendo nada!, y las normas se cambian un día sí y otro también.

            Mi deseo es que dejen de engañarnos, que tampoco nos engañemos nosotros mismos, que nadie más enferme, que nadie haga sufrir a otros, que nos hagamos conscientes, que respetemos para ser respetados. Que la educación y las acciones civilizadas se impongan, pero, sobre todo, que no nos olvidemos nunca de aquellos que menos tienen y más necesitan. Todos tenemos la misión de ayudar a esas personas a salir de la miseria en la que el mundo desarrollado las mantiene por sus intereses. Esas personas necesitan conocimiento, tecnología, enseñarles a utilizarlas, poner a su disposición los medios para que lleguen a ser autosuficientes, algo que impide el mal llamado primer mundo, para poder llamarles tercer mundo y servirse de él.

 

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