¡Qué satisfactorio es que tu
trabajo te permita crear, desarrollar proyectos, pensar en los demás, trabajar
con un equipo de gente ilusionada en los mismos objetivos! Esto es tremendo
cuando se hace entregado, dispuesto, preparado, solidariamente, colaborando con
otras personas que comparten sentimientos.
¡Qué horror es trabajar bajo la
presión continua y constante de las cifras, de las prisas y del estrés! Es así
cuando algunos se saltan las reglas y comienzan a no respetar lo suficiente en
pro de la consecución de los objetivos marcados por los jefes.
¿Hablo de un mundo ideal e
imposible?, ¿vivo en la Luna o en Marte?, o ¿acaso respiro un aire diferente y
exclusivo? Yo creo que no es así aunque haya muchas personas con tendencias
materiales, que por excederse de ciertos límites deshumanizan la relación
personal y laboral. Aspirar o ambicionar no es malo en sí, querer mejorar
tampoco lo es, ganar dinero es algo normal y necesario, pero no prestar atención
al otro porque lo nuestro siempre tiene que estar por delante, es inquietante.
Esto es más frecuente de lo que desearía, pocos comprenden a los demás, pocos dejan, pacientemente, que el otro
culmine su exposición. Antes de enterarse bien de lo que el otro ha querido
decir, le pisan la palabra y exponen lo suyo. Esto es demasiado corriente y
aburre un poco.
Las personas debemos observarnos
un poco más, porque debemos aprender de nosotros mismos para mejorar en nuestro
comportamiento con los demás, sinceramente, nos hace mucha falta y el que se
crea por encima del bien y del mal va a darse una castaña de campeonato.
Algunos quisieran mostrarse solo ellos, quisieran que se les escuchara solo a
ellos, quisieran que todos les prestaran atención a ellos, así que nos queda un
buen trecho para encontrarnos de verdad, abrazarnos de verdad y amarnos de
verdad.
Cuando algunos van por la vida
como van, que después no se sorprendan de la respuesta que les llegue como consecuencia
de sus actos. Habrá amigos que se alejarán porque un aviso dialogado y
argumentado se lo toman como una amenaza. Hemos perdido el Norte de la
honestidad con nosotros mismos y con los demás, nos llenamos de miedo para
afrontar los hechos, eludimos la responsabilidad de lo que hacemos y nos cuesta
poco mentirnos, mentir a los demás o culpar a otros. Evidentemente no estamos
en el sitio, nuestras mentes giran sin cesar, van de un suponer a otro, de una
cosa imaginada a otra y así no se puede ver la realidad porque es imposible
estar en el presente. Esto se ha de entender, es bien fácil y les sucede a
muchas personas. Se oye con facilidad que esto es una jungla y lo que hay que
hacer es ser más listo que los demás. Lo malo es que el que te refiere eso, te
pone ejemplos que podemos incluir en la sinvergonzonería tan común de otros, y
esto no nos ha de valer. Es un poco aquello de para que se lo lleve ese, me lo
llevo yo. Para que se cuele ese, me cuelo yo. No, porque al final qué es lo que
te diferencia de los sinvergüenzas. El mundo no puede avanzar hacia la mayor
capacidad de pillaje y descaro sino hacia el gran respeto por uno mismo, por el
que tenemos al lado, por el que está un poco más allá y hasta por los millones
que quizás nunca veamos en nuestras vidas. La humanidad al completo se merece
vivir en paz, con todo lo necesario y practicando las relaciones con corazón.
Es fácil y un estado natural de seres evolucionados.
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