Dos amigos se encuentran después
de no verse en bastante tiempo. Se saludan y comienzan a conversar sobre cómo
les iba la vida.
- ¡Hombre,
Miguel! Cuánto me alegra verte, qué hay de tu vida.
- Igual
te digo Pedro. De mi vida, qué puedo decirte… va bien. Me levanto, ayudo a mi
mujer a hacer la cama, barremos un poco entre los dos, después voy a comprar
algunas cosas para hacer la comida. Le ayudo a hacerla, nos tomamos un
aperitivo y salimos a caminar un poco hasta la hora de la comida…
- ¡Calla,
que me tienes cansado! Yo no hago nada de eso. Yo no sé hacer nada de eso. Yo
me levanto, me ducho, me arreglo y me voy a la calle hasta la hora del
almuerzo. Ya cuando subo a casa he tomado algo con los amigos y hemos jugado
algunas manos al dominó.
- Pedro,
yo no puedo hacer eso, tengo que ayudar a mi mujer. Yo me jubilé de mi trabajo
pero mi mujer cuándo se jubila del suyo. Así que prefiero colaborar con ella en
todas las tareas de la casa, me entretengo y podemos terminar antes para salir
a pasear juntos.
Se dejan de ver, no coinciden
durante varios meses, pero un buen día se vuelven a encontrar. En esta ocasión
Pedro estaba menos dicharachero que en la ocasión anterior, tenía menos ganas
de hablar y su cara era todo un poema.
- Qué
tal Pedro, no se te ve muy bien.
- ¡Calla,
Miguel! Es que mi mujer murió hace tres meses.
- ¡Lo
siento Mucho, Pedro!
- Gracias.
Lo malo es que no tuvimos hijos, yo nunca estuve muy convencido de tenerlos.
Además de estar solo es que no sé hacer ni siquiera la cama. No he cogido un
cepillo de barrer en toda mi vida y menos el mocho. No sé poner una lavadora,
no sé manejarla, y en la cocina no he entrado en mi vida más que para coger la
botella de vino del frigorífico. Como se suele decir no sé hacer ni un huevo
frito. Así que te puedes imaginar cómo lo estoy pasando.
- Pues
sí que tiene que ser duro. A mí no me ocurriría eso porque siempre estoy codo
con codo con mi mujer, igual barro que paso la fregona, limpio el polvo o
cocino. Pongo la lavadora o tiendo la ropa.
- Ahora
sí me doy cuenta de la utilidad, pero quién iba a pensar que mi Rosario se me
iba a marchar tan pronto….
- La
vida tiene estas sorpresas inesperadas y cuanto más aprendas mejor será para
ti. Pero sobretodo, hay que pensar en el que tenemos al lado y ayudarle cuanto
podamos… ellos también necesitan descansar, jubilarse.
- Miguel,
te doy toda la razón pero ya es tarde, no puedo volver atrás en el tiempo,
ahora me toca apechugar.
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