A las nueve de la noche de ayer
31 de Diciembre, tras una cena que solo comprendió una manzana, una pera y una
naranja más una infusión, me acosté. Previamente cerré todas las ventanas de la
casa y bajé todas las persianas, los que tenemos animales de compañía y no
tratamos el tema con egoísmo anteponiendo los horripilantes hábitos humanos al
bienestar de ellos, me comprenderán.
Tenemos en casa dos perros dálmatas,
padre e hijo, y un gato siamés. El padre suele pasarlo más que mal con el
ambiente bélico que imitan los molestos vecinos que se empeñan, año tras año,
en usar los horrorosos y odiosos productos de pirotecnia.
He dormido desde las nueve hasta
hace un momento, 0,30h, hora a la que me han despertado las incansables y
seguidas explosiones, que de seguro emulan una guerra. Así lo imagino aunque he
tenido la suerte de no tener que vivir ninguna guerra de verdad, las odio. Si
esta gente alborotadora es tan fan de esos ambientes ruidosos e irrespetuosos
que se alisten como militares voluntarios profesionales y que lo disfruten
durante todo el año, no solo en Navidades. Que se enrolen en el mundo militar y
hagan cada día misiones “de paz” según nuestros Gobiernos, pero rodeados de
explosiones, tableteos de metralletas y donde de cuando en cuando vuela por los
aires un vehículo que pisó una bomba mina anti carros.
Como os dije hace unos días acabo
de leer La Llama, tercer libro de la trilogía La Forja de un rebelde de Arturo
Barea, en donde describe con realismo y crudeza, a veces, demasiada, el día a
día del Madrid sitiado entre el 36 y final del 38. Con esto, me basta para
arraigarme aún más en las ideas que mi experiencia, preparación, etc., en definitiva,
quien he llegado a ser en esta existencia, me ha comportado. Es mi equipaje con
el que me manejo en esta sociedad, es mi grado de consciencia y educación
adquiridos, con el que me relaciono, y hay cantidad de cosas que no me puedo
permitir, una de ellas es participar de esta salvajada molesta que puede
alcanzar a todos los vecinos de esta y las urbanizaciones cercanas. Las demás
urbanizaciones están haciendo lo mismo, irritar a todas las personas que desean
descansar al margen del día comercial que sea. Nos manipulan constantemente y
algunos no se enteran de nada, incluidas las autoridades que consienten que se
malogre el descanso de la gente, se pueda beber por las calles, se vendan las
drogas que al Gobierno les interesan y se prohíban aquellas que puedan
interesar a la ciudadanía.
Ya saben, cada día con tus actos
muestras a los demás de qué estás hecho, que han depositado en ti desde
pequeño, qué absorbiste y en qué mejoraste a tus mayores. Algunos,
desgraciadamente, han retrocedido, se han vuelto más licenciosos, descarados y
sinvergüenzas que sus mayores, y esos resultados provocan comportamientos que
tenemos que sufrir todos los demás. Solo nosotros podemos hacer un mundo mejor,
aunque algunos no lo hayan entendido.
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