Habrán observado que el precio de
las verduras y las frutas suben y suben. Mientras tanto, los salarios siguen
estancados o al menos no suben en los mismos porcentajes en el que se eleva el
nivel de vida. Mal llamado: “nivel de vida”, porque la gente vive un poco peor
en unos casos, mucho peor, en otros muchos casos.
A los mayores dicen haberles
subido sus pensiones un 0,25%, pero no es cierto puesto que los precios se han
elevado muy por encima de ese porcentaje. Por tanto, los mayores siguen
perdiendo poder adquisitivo y, del mismo modo, los asalariados pierden
capacidad económica y esto paraliza las compras; hace que se adquiera lo que es
necesario y siempre buscando los artículos más baratos.
Si estamos en un país que crece
según el engaño que nos quieren hacer creer, ¿qué es lo que ocurre para que no
lleguen los dineros a la ciudadanía? En todos los tiempos ha habido gente que
se aventura, se arriesga y se endeuda, pudiendo con ella y sin poder; esto
siempre ha existido y, supongo, seguirá existiendo, pero salvo estos que se lo
piensan poco, ¿quiénes están en condiciones de pagar créditos bancarios, por
muy bajos que puedan estar los intereses? Los sueldos y las pensiones no
llegan, vamos, que no dan para acabar el mes triunfalmente, que se llega raspado
o no se llega, y los precios para arriba, disparados y sin contemplaciones. La
luz está en boca de todo el mundo coincidiendo con las semanas que más frío ha
hecho en todo el año, y Endesa sube que sube sus precios. Una empresa
suministradora, con otro nombre, que era pública y necesaria, vendida a
amiguetes para que ellos se forrasen cuando todavía era un monopolio, con una
ley que les ayuda a hacer negocio, que es la misma ley que nos obliga a
consumir su electricidad cuando tenemos productos que generan electricidad
aprovechando el viento o el sol. Cuando fuera irresistible pagar la luz,
deberíamos todos desconectar los contadores y con una regleta de conexiones
alimentarnos directamente sin pasar por la casilla de salida. El pueblo no
reacciona contra los abusos y así nos luce el pelo. Nos hemos convertido en un
pueblo domesticado, demasiado respetuoso con los abusones, con los mafiosos,
con los que nos han estado robando durante toda la vida. Somos un pueblo
miedoso, temeroso de ser sancionados o castigados con la cárcel. Así nos vamos
acomodando al atropello que los de arriba están ocasionando.
Contra todas las injusticias la
población debería reaccionar en lugar de estar horas delante de la caja tonta.
Son nuestros derechos los que pisotean. Son nuestros dineros los que nos están
robando. Es nuestro futuro y el de nuestros hijos y nietos, los que están en
juego. Hace falta una revolución pacífica como la que hizo Gandhi, en contra de
los poderes mafiosos establecidos por la insensatez de los que creyeron en los
filibusteros que nos gobiernan y nos han estado gobernando en las últimas
décadas.
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