martes, 22 de marzo de 2016

CREER EN DIOS

                                                        Imagen: www.taringa.net



Vaya por delante mis disculpas por lo que voy a referir en el escrito de hoy. Aún no he mencionado una palabra y ya estoy disculpándome, sé que muchas personas se van a sentir contrariadas o atacadas, pero les prometo que no es mi intención. Sin embargo, a pesar de lo delicado e íntimo del tema, me veo forzado a tocarlo, pues me niego a seguir presionado de algún modo, por una tradición de pensamiento, que incorpora miedos a la desobediencia ciega a ciertos preceptos, y lo hago, porque para mí, silenciarlo sería ser un cobarde.
La gente se sirve de la muleta de Dios, para rogar por sus desgracias, para sentirse protegidos ante sus temores, etc. Nos han impuesto una conducta de este tipo, pero para mí es incompatible con lo que sucede en el mundo real. Es fantástico creer que hay alguien cuidándote, protegiéndote y haciendo que las cosas sean mejores y más maravillosas, pero la realidad se distancia de esa supuesta paz celestial.
El pasado fin de semana conocimos del accidente de autobús de universitarios Erasmus que volcaba en Freginals (Tarragona), causando 13 muertes inocentes.
Poco antes, conocimos el accidente del avión de FlyDubai en el sur de Rusia, dejando 62 muertes inocentes.
Fue mi sonado el avión de GermanWings estrellado por su copiloto Andreas Lubitz, que ocasionó 144 muertes inocentes.
Hace un par de años, desapareció el vuelo de Malaysia Airlines en el Océano Índico, con el resultado de 239 muertes inocentes.
Por añadir otros que todos tendremos en el recuerdo: el avión ruso que explotó en vuelo sobre la Península del Sinaí, dejando 224 muertes inocentes. O el lamentablemente famoso avión de Spanair, en el año 2008, que se estrelló al despegar del Aeropuerto de Barajas, en el que perecieron 270 inocentes. Por último, no podemos olvidar el accidente aéreo sufrido en Turquía, al estrellarse el YAK-42, famoso, de los militares que volvían a casa, y en el que dejaron sus vidas 75 personas inocentes.
He referido algunos de los que recuerdo, pero todos sabemos que son muchos más, ¿cuántos accidentes de autobuses, además del comentado, se han producido, perdiendo la vida turistas, jubilados, estudiantes o deportistas, todos ellos inocentes?
¿Cuántas personas están pereciendo en las travesías marítimas, inhumanas, en el caso de los que huyen de sus países de orígenes, bien por hambre, bien por terrorismo o guerras?, ¿cuántos otros mueren al hundirse los barcos en los que viajan por placer, haciendo un crucero, porque han estado ahorrando para pagarse las vacaciones de su vida?
¿Cuántas miles, o millones de personas inocentes, mueren cada año por la acción de los proyectiles y las bombas?
¿Cuántos miles, o millones de personas inocentes, padecen en el mundo enfermedades raras y dolencias que les hacen vivir una vida horrorosa?
Permítanme exponer lo que siento: para mí no hay nadie al cuidado del Planeta, ni de nosotros, pues de ser así, con el poder infinito que debería poseer, como nos hicieron creer desde pequeño, se producirían pequeños desvíos de comportamientos que impedirían la muerte de tantos millones de inocentes.
Lo más socorrido por los que evangelizan es decir que nuestra mente limitada, no alcanza a ver o comprender los planes de Dios. Pues lo siento, si no alcanzo a comprenderlo, para mí no existe y, por tanto, no me voy a pasar toda la vida engañado. Creo que es esta una posición más valiente, que la de continuar viviendo en el temor de alguien que me pueda castigar. Y esto no es de ahora, ya hace tiempo que tiré el “bastón”, vi que era un apoyo falso y me desprendí de él. Ahora, como es mi intención siempre, trato de compartir mi granito de arena, pues en el ser humano y en sus capacidades, ¡sí, creo! Somos mucho más de lo que nos han permitido descubrir. Nadie habla de nosotros, como si todo lo que pudiéramos desarrollar tuviera que venir de los cielos. Sin embargo, hay que trabajarlo aquí en este plano en el que vivimos, por nosotros mismos, pues todo está en nuestro interior, en nuestra mente, en nuestro cuerpo y en nuestra energía de vida.

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