jueves, 9 de junio de 2016

LOS RECORTES HAN HERIDO DE GRAVEDAD AL SAS

                                          


Últimamente, no sé que sucede con el Servicio Andaluz de Salud, que falla más que las consabidas escopetas de la feria. Lo cierto es que cuando caminas por las plantas de los hospitales solo ves a médicos y médicas que parecen latinos, es como si a los titulados nacionales se los hubiera tragado la tierra, y lo cierto es que a la vista de ciertos casos graves surgidos a mi alrededor, me da mucho que pensar. No les culpo directamente a esa plantilla joven y extranjera, pero se echa de menos la solera de la veteranía de la ciencia médica, que antes era tan habitual en cualquier ala de cualquier hospital.
Un vecino y amigo me avisa un día, incapaz de conducir su coche y dirigirse a su ambulatorio, para que hiciera el favor de llevarle al servicio de urgencias. Cuando llego a su casa, le veo medio asfixiado y muy nervioso. Le invito a que se calme un poco, pero a aquel hombre le faltaba el aire y estaba viviendo un momento terrible. Le llevé hasta tres veces, en tres momentos diferentes al servicio de urgencias de su ambulatorio. Los médicos que le veían, le inyectaban un corticoides y le sometían a un tratamiento de unos diez o quince minutos de oxigeno con algún broncodilator aplicado en la mascarilla. Cuando se agotaba el liquido aplicado, el sanitario le retiraba la mascarilla y le dejaba marchar a casa, no sin asfixiarse cada dos pasos, algo que me resultaba incomprensible. Le volvía a dejar en su casa, un poco mejor, muy poco, hasta que pasado dos o tres días me volvía a llamar, tal como dije antes hasta llevarle en tres ocasiones.
La tercera vez actuaron del mismo modo, pero cada vez que íbamos, mi amigo podía dar menos pasos seguidos, apenas se levantó, una vez finalizado el tratamiento, ya estaba asfixiado. Así que pasé a hablar con la médica, era mujer en esta ocasión, y le dije que lo que le estaba sucediendo a mi amigo no era normal, era imposible que tras el tratamiento mi amigo no pudiera moverse por la falta de aire, que era la tercera vez que veníamos al servicio de urgencias, y que esto no iba nada bien. La doctora me pidió que le dijera a mi amigo que pasara de nuevo a la consulta, ante la insistencia que le mostré comenzó a auscultarle detenidamente, y pudo cerciorarse de que un pulmón no estaba funcionando, no lo dudó e hizo un parte para que fuera atendido en el Hospital Universitario Virgen Macarena.
Nos desplazamos inmediatamente hacia el hospital, donde le atendieron, ante mi asombro, con bastante celeridad. Primero estuvo unas dos horas en observación y, al final, le pasaron a planta. Estuvo una semana y le diagnosticaron una bronquitis obstructiva y le mandaron a su casa con una máquina eléctrica que fabricaba oxigeno. Pasaba a verle por su casa cada mañana, pero lo cierto es que no mejoraba. Al cabo de unos días, cuando pasaba a visitarle, me dice que ha pasado una noche fatal, con muchos dolores, tanto en el pecho con en la zona abdominal y llamo al ambulatorio para que pase el médico de urgencias a verle. Lo cierto es que en una media hora una doctora estaba atendiéndole, quien no duda en volverle a remitir al hospital, pues mi amigo le indica que a los síntomas conocidos se unía lo que parecía una obstrucción intestinal.
Una vez en el hospital, como era la segunda vez que lo pisaba en el trascurso de dos semanas, comienzan a hacerles estudios más profundos y descubren que la bronquitis obstructiva era un tumor en los bronquios, y que el dolor abdominal era otro tumor en el estómago. Lo lamentable es que ya estuvo unos días antes ingresado durante una semana sin que le diagnosticaran correctamente, amén de las tres veces atendidos en los servicios de urgencias de su ambulatorio. Trágicamente, murió al octavo día de este segundo ingreso en el hospital, el mismo que le dio el alta la semana anterior. Esto viene a corroborar el sentir que tenemos algunas personas, que el Servicio público de salud andaluz está herido de gravedad.

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