martes, 11 de junio de 2019

LA SUPREMACIA TRADUCIDA EN PUNTOS

                                            Imagen: www.educapeques.com

Ayer daba un paseo por la urbanización con un par de amigos míos, uno de ellos acompañado de su esposa. Dicho matrimonio, conservador, más bien de lo que se da en conocer como derecha, él jubilado con la pensión más alta que te permiten cobrar, propietarios de varios pisos que los tienen alquilados a estudiantes, más otro piso donde viven, más un chalet en mi misma urbanización, de ahí nuestra amistad desde hace años, y un piso dúplex en una zona de playa. A pesar de todo, no voy a facilitar su identidad, son mis amigos y les aprecio, al tiempo que respeto que tengan las ideas que tengan, no faltaría más.
No obstante, el motivo del escrito es que desinteresadamente, digo desinteresadamente porque son conversaciones de paseo, de esas que surgen mientras caminamos, para distraernos, vinieron a comentar alguna noticia que debieron leer o escuchar en alguna emisora de radio, sobre dejar de inculcar la competitividad a los niños en los colegios. Ellos lo veían como algo negativo porque la competitividad era imprescindible para alcanzar la excelencia y no sé cuántas cosas más argumentaron. Mi otro amigo les apoyó, y como de costumbre me quedé solo, más solo que la una, que es como se suele decir. A mí me da igual, allá cada uno con sus pensamientos, si me leen desde hace tiempo, este tema también lo he tocado en algunas ocasiones, hace tiempo llegué a ciertas conclusiones que en seguida expongo para la polémica. Es interesante que haya distintos puntos de vista, por algo somos diferentes cabezas pensantes, cada cual es cada cual y sus circunstancias.
La competitividad es lo que nos ha grabado a fuego el sistema, es lo que más interesa al sistema, pero no significa que sea lo mejor para el género humano, siempre desde mi punto de vista. Al sistema le interesa que el individuo compita con el de al lado porque de esa manera todos somos adversarios de los demás. El sistema de esa forma, nos enfrenta, nos separa, nos distancia, trata de poner tierra por medio y triunfa en la fragmentación social, nos despoja de la fuerza que da la unión. La unión le puede plantar cara al centro de poder que nos trata de dominar. Por tanto, al poder imperante no le interesa que vayamos hacia un sistema que nos haga fuertes, que nos hagamos potentes, que estemos unidos, y ¿cómo lo consigue?; desde mi punto de vista provocando la competición entre nosotros. Por lo general, en la actualidad, hay perdedores y ganadores, los que ganan suelen disfrutar de su triunfo e ignoran al vencido, solo hay alegría por su victoria, se olvida del derrotado en unos casos, se mofa en otros y hasta hay quienes desean que desaparezcan los vencidos, sucede en las competiciones de todo tipo, incluso en las electorales.
Si ponemos humanidad sobre la mesa es imposible que el sistema que nazca esté basado en la competitividad, el neonato sería colaborativo, cooperativo, el que motivara al trabajo en equipo, el que pidiera arrimar hombro con hombro para lograr el éxito conjunto. ¿Por qué la gente se va a volver apática o no va a progresar?, si lo hace no va a ser por no competir, será por no amar lo suficiente lo que se esté haciendo, por no tener una  verdadera vocación, por no tener creatividad, imaginación, o por no usar adecuadamente la cabeza. Cuando se ama más a la humanidad, se desea todo por ella, por el conjunto, por la colectividad, no se tiene por qué hacer crecer el ego de las personas. Cuando se ama algo lo suficiente, existe al mismo tiempo motivación suficiente para seguir investigando, estudiando, etc. A ello ayuda que deseemos ser mejores personas cada día.
Mis amigos se molestaban de la falta de marcadores en los juegos, y yo les añadía que pensaban así porque no veían la belleza del juego en sí, de la forma de mover el balón, de las jugadas que hicieran, de la habilidad de los jugadores, del espectáculo en sí, sin ganadores ni vencidos. Llegados a este punto fue un imposible no recurrir al toreo, y volví a apostillar que el toro sin el triunfo del rabo, de las orejas o del asesinato del animal es posible y hermoso… solo el arte de torear. Esto es lo que le cuesta ver a muchas personas, lo bonito está en los pases, en la faena, ese es el toreo y no tiene que ser menos cuando se respeta la vida del toro. Nada de divisa, nada de picadores ni banderilleros, nada de espada, solo arte en el albero, un juego convertido en preciosa coreografía de toro, capote y torero. A todo se le puede buscar el lado más humano e inteligente sin tener que pasar por la pérdida de la vida de otros seres vivos.

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