martes, 9 de julio de 2019

MONÓGAMO POR IMPOSICIÓN LEGAL

                                             Imagen: lamenteesmaravillosa.com

He querido abordar este tema tabú, al menos llevado en silencio por casi todos, porque manifestarse con tendencia a cualquier otra forma de concebir la relación entre las personas, parece no estar permitido, estar prohibido, ser motivo de castigo, excomulgación o sanción de algún tipo.
Nos han grabado a fuego el uno con uno para toda la vida, la represión de la expresión libre de nuestros sentimientos hacia otras personas que coinciden en nuestro espacio-tiempo. Hemos mal interpretado la convivencia, llegando a creer que la otra persona nos pertenece, sintiéndonos dueños de nuestra pareja, y eso es un error absoluto. Está porque quiere estar, porque no se atreve a explorar ni tiene libertad para hacerlo. La libertad es fundamental para que haya verdadero amor sin sentido de posesión. Creo que no somos en origen monógamos a pesar de que la religión se haya esforzado mucho en imponer tal modo de vida, tal estilo de relación y convivencia. Nuestra tendencia natural es otra bien distinta, todos hemos deseado en algún momento de nuestras vidas, tener, acariciar, besar, intimar, abrazar, fundirnos con otra persona diferente a la que es nuestra pareja habitual.
Ciertos sectores hablan de que nuestra sociedad está en peligro, puesto que envejece a pasos agigantados. Tal vez, tuviéramos que culpar, al menos en parte, a que los hombres solo estemos dedicados sexualmente a una sola mujer, podríamos entenderlo como una forma de limitación de la población. Quizás, de la misma manera, debamos decir que el que la mujer esté dedicada sexualmente a un solo hombre, tenga sus limitaciones e inapetencia a practicar sexo, lo cual también contribuiría a que la población se estabilizase o no creciera en la proporción que pudiera hacerlo. No obstante, parece ser que las mujeres son menos promiscuas que los hombres, claro está, salvo excepciones.
La monogamia, según confirman la mayoría de los científicos especializados en el tema, no es la forma natural de relación entre hombres y mujeres. Por tanto, habría que pensar que es absurdo perpetuar una forma de convivencia entre las personas que componen las parejas, así como con el resto de las personas, pues tan solo nos ocasiona malestar, sentido de la culpabilidad, miedo, infidelidad y trastornos inventados, como consecuencia de una ilógica imposición que hemos aceptado como buena, siendo solo parte de la programación recibida. La infidelidad es una práctica muy extendida, mucho más de lo que pudiéramos pensar. Muchos son ejemplares parejas dentro del hogar, al tiempo que seres desinhibidos, promiscuos y sexualmente muy activos fuera de él. Otra justificación a la infidelidad aprendida y aceptada como actitud contraria y de engaño hacia la pareja, es el impulso y el deseo que continuamente sentimos todos, son contrarios y traicionan la norma establecida, remachando por ende que la práctica amorosa en todas sus facetas con una sola persona es contraria a nuestra naturaleza.
Una perspectiva diferente presenta el experto Manuel Lucas Matheu, quien dice: “Somos monógamos porque somos pobres. No nos podemos permitir cambiar de pareja continuamente porque separarse y divorciarse conlleva un enorme daño económico. Tener varios compañeros sexuales al mismo tiempo, también es caro”.
No solo debemos entender que hablar de monogamia es hablar de actos sexuales con penetración, sino de la libertad de acariciar a otros y otras, de besar, de abrazar, pero sin frenos, sin pudor, sin miedo ni sentido de la represión mental, sin tener que llegar a sentirse mal ni crear un falso estado aprendido de culpabilidad, o interpretar que se está engañando a su pareja habitual. Hablo del deseo común al que se le pueda dar riendas sueltas, en momentos determinados, con respeto y aceptación de las partes, sin que medie la norma, principalmente, eclesiástica.
Hay cantidad de pueblos en los que reina el estado natural en todo este aspecto de las relaciones entre sus integrantes, así como en todo lo concerniente a su vida sexual, y viven felices, sin ese sentido de la posesión del otro y sin trastornos psiquiátricos, asesinatos de género y, hasta sin psiquiatras. Vivir toda una vida contrariado, peleando contra la atracción natural, reprimiéndola, etc., nos hace enfermar.

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