viernes, 5 de julio de 2019

SÍNTOMAS DE SATURACIÓN

                                                             Imagen: www.vix.com

La población empieza a padecer diverticulitis cerebral, provocada por la burda manipulación de una buena parte de payasos políticos, la martilleante desinformación política ofrecida en los medios de comunicación, el mayúsculo aburrimiento del circo político, la infidelidad, la incoherencia y la falta de honestidad de gran parte de la clase social política. La enfermedad se extiende y nos quita las ganas de seguir votando, salvo que el mal esté tan arraigado que haya llegado a dominar la voluntad y el sentido común del individuo que lo padece. No hay remedio ni vacuna disponible para evitar tan fatal enfermedad social, que viene a convertirse en la epidemia de la lucha por el poder y la pasta del siglo XXI.
Si fueran más jóvenes estarían haciendo uso de sus tirachinas para agredirse, pero como son algo más mayores no llegan a meterse mano, pero casi. Se lanzan insultos a través de las redes sociales, que es para lo que han quedado, son el váter donde todos acudimos cuando queremos vomitar contra esta gente, y es que la diverticulitis cerebral provocada por las lesiones de la incomprensión hacia lo que están haciendo los que aspiran a gobernar España, es a lo que induce, al vomito.
El circo político es puro maquiavelismo, es perversión y manipulación, es falacia y desconsideración hacia lo que debiera importar sobre todas las cosas: el bienestar de la gente y el progreso del país. Sin embargo, hay lucha fratricida por los sillones, quieren asegurarse otros cuatro años de ordeno y mando y el taco de billetes al bolsillo. Si el taco les parece insuficiente se suben, por la cara, los salarios un cuarenta por ciento… ¡poca cosa! Yo no quiero representantes como estos, en estos momentos un partido a la cabeza que tiene sobre sus espaldas un trozo importante de la corrupción de este país, cometido por muchos altos cargos de su partido, y sobre los que no se dignan a pedir que se haga justicia, que se condenen si fueron culpables, que se aclare todo y que se les reclamen los dineros robados de los andaluces. Antes tuvimos al partido con más casos de corrupción de toda Europa, y ahí sigue, sumando expresidentes que pasan a cobrar sueldos vitalicios, sin haber sido inhabilitado como partido, y la gente con diverticulitis cerebral aguda votándoles… ¡esto no va bien!, ¡España no va bien!, ¿se entera Sr. Zapatero?, ¿se entera Sr. Aznar?
Entre todos los que han gobernado han tejido una tela de araña impenetrable por la ciudadanía, donde ellos se lo guisan y se lo comen todo. Cuando sucede todo lo que ha venido sucediendo en España, tan solo tenemos que mirarles a ellos. Son ellos los únicos culpables de cómo está todo, son ellos con sus leyes y sus normas los que han provocado que el barco vaya a la deriva. Son ellos los culpables de la pobreza o de la falta de progreso efectivo que podríamos haber alcanzado si no nos hubieran robado tanto. Son ellos los responsables de la epidemia que están provocando, la diverticulitis cerebral o aversión hacia todo lo que tenga que ver con la política, quizá, sea la intención de esos malvados, que nos aburramos, que desatendamos la política, que no les prestemos atención y que puedan volver a campar a sus anchas.
Conocemos las consecuencias del libre deambular de los políticos con poder, que se meten en todos los charcos de la corrupción que le ponen por delante. Pareciere que les compraran con suma facilidad, se llenan los bolsillos, comprometen lo que es de todos y no les importa nada puesto que casi nunca, si no estamos en periodo electoral, nos tienen presentes. No existimos para ellos salvo en las fechas de recaudar o cuando quieren llevarse nuestros votos. Aunque poco les importa, al fin y al cabo hacen leyes que les permiten tergiversar lo que decidimos.
No existe mejor tratamiento para la diverticulitis cerebral política que las capsulas de Desconexión de 500 mg. Dichas capsulas tienen un efecto inmediato contra la enfermedad, facilitando hacer zaping en cuanto que un político asoma la nariz a la “telelavadoramental”, o se origina un debate absurdo y redundante, que casi siempre lo son, sobre política.

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