domingo, 17 de mayo de 2020

SOMOS MALOS PARA NOSOTROS MISMOS

Una profesora da clase en Taiwán.

              Imagen: Profesora da clases en una escuela de Taiwán - 20 Minutos
Acabo de leer una noticia sobre un experto taiwanés, subdirector del centro de control sobre enfermedades en la isla de Taiwán, que en la madrugada del 31 de diciembre, estando leyendo en redes sociales, vio algunas publicaciones que provenían de Wuhan, China, que indicaban que parecía emerger una nueva enfermedad. Lo que dio pie a este experto a proponer al gobierno que se tomaran medidas contra la posible patología procedente de Wuhan.
Taiwán reaccionó con celeridad, en el artículo no se expresan las medidas adoptadas, salvo la pronta activación del sistema de prevención de emergencias o el control de todos los pasajeros que llegaban a la isla, pero lo cierto es que apenas han tenido contagiados o fallecidos y les han pedido a la OMS que puedan asistir a una reunión en calidad de observador para explicar cuáles fueron las medidas que le han valido tan extraordinarios resultados en la lucha contra la pandemia. China se opone a que Taiwán asista e informe, antepone la ideología y la confrontación política a la salud, parece mentira, pero así están las tiranteces en el mundo, ¡somos malos para nosotros mismos!
Lo de China es para estudiarlo detenidamente, si Australia da un paso para investigar el origen del virus, China amenaza con cortar relaciones comerciales con Australia. Si Taiwán pretende ayudar al mundo explicando cómo han combatido al virus, cómo se han protegido para conseguir los buenos resultados que han tenido, China se niega. De acuerdo que Taiwán es una isla, y eso les ayuda a aislarse, pero según dice el artículo, medio millón de taiwaneses trabajan en el país vecino. Taiwán se encuentra a 180 kilómetros por mar de China.
Esto de ser malos para nosotros mismos no es nuevo, la anterior crisis económica-financiera fue otro claro ejemplo, una estafa cometida por la avaricia del sector bancario queriendo hacerse de oro con hipotecas que resultaron valer menos que la basura. Tal metedura de pata tuvo como consecuencia un agujero tremendo en el sector bancario-financiero, del cual nos pretendieron culpar, saliéndoles bien la jugada, pues los traidores políticos accedieron a subvencionarles con nuestro dinero. Cada vez que los políticos toman decisiones que benefician a ciertos sectores minoritarios, al mismo tiempo que perjudican a la ciudadanía o retrasan el progreso y el bienestar de las personas, vuelven a demostrar que somos malos para nosotros mismos. La corrupción sistémica de los gobiernos del mundo, empobrece y margina a la humanidad en su conjunto.
No entiendo qué hacemos en esta existencia, si lo que más valor tiene no es el dinero sino la felicidad, la paz, sentirse pleno y lleno de amor. El Planeta es nuestra casa por suerte o por desgracia y tenemos mucho por hacer para cuidar este hábitat, en lugar de gastar sumas astronómicas para conquistar el espacio exterior. El sistema por el que se rigen los países de los que nosotros llamamos mundo, nuestro mundo, tiene que evolucionar para acercarse a un sistema humano, inteligente, honesto y solidario. El sistema no puede ser la lucha diaria por la consecución del dinero, sino por el logro de la felicidad, del desarrollo del ser humano, de la trascendencia de la pobreza material.
De todo ello, nadie nos habla, son autovías que no interesan transitar, considerarnos iguales, una verdad absoluta, es ignorada desde el mismo momento en que a alguien se le ocurra sopesarla. Ese pensamiento, esas palabras, son rechazados por incompatibilidad con un sistema capitalista únicamente centrado en el dinero, en la consecución de beneficios, en la rivalidad contra todos los demás, en la lucha por ser los más conocidos, los más consumidos y mantener la mayor penetración en los mercados. El sistema no nos induce a ser mejores personas cada día, pero sí a ser los que más vendamos, aunque nuestra salud o nuestra vida vayan en ello. Somos reemplazables, nos sustituyen por otro a quien puedan comenzar a presionar hasta que sucumba, y en paz. Una sociedad sin dinero es posible, totalmente posible, pero los poderosos se niegan a ser como los demás, o sea, uno más, ahí radica todo el conflicto de clases del sistema capitalista.

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