martes, 19 de noviembre de 2013

SIN PAN, SIN ESPERANZA


La pena que sufren algunas personas hasta dónde puede llegar, cuán inmensa puede ser, a pesar de ello es vivida en silencio, de forma resignada, pero el dolor en su pecho está, en su corazón se alberga y sin embargo el resto de los países no afectados por la miseria del hambre,  de la catástrofe o de la destrucción, etc., viven egoístamente ignorando el drama social de ciertos pueblos del mundo.
Nos peleamos por cosas banales, nos enredamos en la calamidad del ser humano, en lo más ruin, en las maldades del hombre, en cientos de historias que nada tienen que ver con la naturaleza humana, con la civilización bien entendida y por supuesto nada que ver con el sentir y el proceder inteligente que le corresponde a la humanidad.
Ya hemos comprado algunos dulces navideños, algunos ya están proyectando sus compras, los regalos de reyes, otros aprovechan para viajar, mientras se están muriendo de hambre o por enfermedad, en la más absoluta miseria, miles, millones de seres humanos a los que no les damos ninguna oportunidad de vivir. Pero qué nos hemos creído, qué sangre recorre nuestras venas, en qué nos hemos convertido, por qué no caben en nuestro corazón los otros.
Cómo puede estar el marketing del mundo desarrollado constantemente proyectando estrategias para vender más cosas, la mayoría ociosas o no necesarias, mientras que hay personas olvidadas por los poderes, por los dirigentes de una gran cantidad de países con capacidades y excedentes de producción, que podrían erradicar el mal, el hambre, la muerte, la enfermedad, etc., y no lo hacen. No hacen nada o casi nada, cómo pueden ir a dormir cada día sabiendo que están abandonando a su suerte a millones de personas, mientras ellos se recogen y se protegen en sus lujosas mansiones.
¿Aquí qué está pasando, este mundo que hemos creado tiene algo de verdad, de autentico, sirve para algo bueno, nos lleva a algún sitio, tiene algún objetivo importante para la vida, para nosotros, para la humanidad?, de verdad que me inquieta este tema, ya he escrito varias veces al respecto, porque cuando me permito algún placer extra, que son contados por diversos motivos, mi conciencia me da un toque, me avisa, me recuerda como viven aquellos a los que se les ha negado la vida. Se me viene a la cabeza, les recuerdo, me hago participe de su dolor, de su resignación y me indigno con los que pudiendo hacer mucho no hacen nada.
Este mundo está para parar este tiovivo, desenganchar caballitos y comenzar de nuevo o, al menos, que dejen una salida para los que no queremos seguir encarcelado en este sistema surrealista; porque yo gritaría: “paren el tren, que yo me bajo”. No me interesa lo más mínimo la mierda, la basura, el desecho en el que han convertido, como ellos dicen: “las reglas del juego”. No es más que un bodrio político-económico de connivencia entre asaltantes de camino, ladrones, cobardes, prepotentes, soberbios y muchos de ellos, mal nacidos.

El tiempo de esta existencia es limitado y muchos aún no se han enterado, creen que viven acumulando para morirse sin nada, y esto es lo que necesitan comprender, que van a morir y es en ese momento cuando se darán cuenta de que realmente no tienen nada. Habrán perdido el tiempo, su tiempo, dándole cancha a otros mal nacidos que trataban, igualmente de atesorar, haciendo el mal, mientras se mueren, se siguen muriendo mientras yo escribo, en este momento, igualmente mientras usted lee, pero los que podrían, no le ponen freno a la especulación del capitalismo salvaje e insensible, haciéndole mucho daño a la humanidad.

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