sábado, 2 de noviembre de 2013

UN ENCUENTRO


La vida te da sorpresas, hay ocasiones que te emocionan, hay momentos en los que conectas con alguien que es tan especial, que solo pensar en él, recordarle, te eriza los vellos. Donde menos lo espera, en cualquier momento surge esa persona, que está tan en su centro, que tiene tanto amor, que te llega, lo sientes, te inunda de ese mismo amor, cálido amor y te conmocionas.
Tu sabes que aquella persona tiene una templanza poco habitual, es una serenidad llena de dulzura, es una suavidad poco usual que refleja un estado de paz interior, que es compartido desde el silencio, con tan solo estar presente porque él es amor.
No puedo referirme a él y dejar de emocionarme una y otra vez, me ha calado muy profundo, he sentido un algo muy especial que me ha dejado en constante estado de sensibilidad, que hace que se salten mis lágrimas. Es un recuerdo muy hermoso, capaz de inundarme completamente, que justifica que mis lagrimas se produzcan por él, para mi es un santo vivo.
Yo estaba trabajando, informándoles a él y a dos personas más que le acompañaban, y tan solo su presencia era tan hermosa, que resultaba imposible no recibir aquello que se transmitía por el mero hecho de estar presente. Lo que se siente, se siente en un instante y ya es un esfuerzo tratar de comunicar en palabras aquello que es una experiencia o vivencia de un momento. Así que en un momento concreto me dirijo a él y le digo que es una persona muy especial y que me gustaría darle un abrazo, le pido permiso para ello, dice no importarle y de seguida ofrece su lado del corazón. Nos damos el abrazo, estábamos casi al final de la visita y  sentí una sensación de plenitud en mi pecho, principalmente en el lado izquierdo, era una sensación que se mantenía, que podía seguir sintiéndola y llega el momento de despedirnos; agradecieron mucho mis explicaciones y comenzamos a estrechar nuestras manos. De nuevo, cuando pienso en ello vuelvo a estremecerme desde los pies a la cabeza, sin exagerar nada, pues recuerdo el instante en que estrechamos nuestras manos. La suya casi quemaba, transmitía un calor tan poco usual, volví a sentir que era una persona muy especial, debía de ser una persona con tal calidad humana que yo no alcanzaría a describirle, estoy seguro de ello.
No se si le volveré a ver más, pero he querido que quedara constancia escrita de este encuentro tan maravilloso, tan místico, tan especial, porque hay personas a las que seguramente nunca se les harán justicia por lo que, de forma tan natural, entregan. Están ofreciendo amor y esto es tan sutil, que si no estás presente, puede pasar desapercibido en el actual grado de distracción que tienen muchas personas.

Estoy inmensamente agradecido de esta experiencia, de este encuentro, y si la magia de la vida lo tiene a bien, yo trataré de estar presente como en esta ocasión, porque como bien sabe la energía inteligente y mágica de la vida, mi mayor deseo es seguir creciendo hasta realizarme, que no hay premio mayor en esta existencia.

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