miércoles, 6 de julio de 2016

ROYAL RAYMOND RIFE

                                                               Imagen: paradigmatrix.net


Es justo hablar del científico Royal Raymond Rife, nacido en 1888 en Nebraska y fallecido en California en 1971, quien estableció los pilares de la medicina bioeléctrica, pero a quien las altas estancias de la medicina y la industria de las drogas (medicamentos), de la época, se encargó de desprestigiar, pues sus descubrimientos ponían fin al uso de las drogas para curar cualquier tipo de enfermedad producida por virus o bacterias, incluido el temible cáncer.
En 1920 Rife había terminado de construir el primer microscopio, que hacia posible observar a los virus con vida en todo el mundo.
En 1933 perfeccionó esa tecnología y construyó el increíblemente complejo microscopio universal, el cual tenía 6000 piezas diferentes y conseguía un aumento de 60.000 veces el tamaño real de lo observado, siendo el único capaz de ver un virus.
Los microscopios electrónicos matan instantáneamente cualquier cosa que enfocan, pero esto no sucedía con el microscopio de Rife.
Rife descubrió que las moléculas de cada cuerpo u organismo tienen una frecuencia u oscilación electromagnética. Su microscopio funcionaba iluminando a cada microorganismo con dos frecuencias diferentes de luz ultravioleta, las cuales resonaban con la frecuencia propia del microbio, y así los hacía visible sin matarlos, algo que los microscopios de hoy aún no han conseguido.
Royal Rife identificó el virus del cáncer humano en 1920. Otros médicos se iban apropiando de los adelantos de Rife, incluyéndolos en los estudios que publicaban como si fueran suyos, omitiendo cualquier mención sobre Rife. De hecho, Rife rara vez tuvo algún crédito por su monumental descubrimiento.
Una vez Rife identificó los virus que producían el cáncer, hizo uso del mismo principio: la Resonancia, incrementando la oscilación natural del virus hasta deformarlos y desintegrarlos. Una terapia indolora, totalmente selectiva, que preservaba el resto de tejidos sanos, ajenos a los propios virus de esa frecuencia. Por ese mismo principio aplicado, cualquier enfermedad puede ser curada, tan solo hace falta conocer la frecuencia del organismo patógeno que la origina.
En 1934, la Universidad del sur de California, comisionó a un comité de investigación médica para que pusieran a disposición de Rife pacientes de cáncer en fase terminal, y tras un periodo de 90 días los examinasen, si para entonces seguían con vida. Pasado ese tiempo, la comisión de médicos pudo comprobar que el 100% de los enfermos estaban curados. Este hecho fue celebrado por todos los médicos e investigadores del momento.
En 1939 los mismos médicos que festejaron, años atrás, los excelentes resultados, así como que habían colaborado con Rife; comenzaron a negar en público haber conocido, siquiera, a Rife. Todo ello ocurrió cuando la noticia de que el fin para todas las enfermedades había llegado, gracias a la Resonancia Coordinativa de Rife. Esa información llegó a los oídos de la Asociación Médica Americana, cuyo responsable: Morris Fishbein envió un abogado a comprar el silencio de Rife, con una oferta que no debía rechazar. Al principio, mientras Fishbein presionaba a Rife, este recibía apoyo de las autoridades médicas que habían trabajado con él, sobre todo, tras el logro en 1934 con el proyecto de la Universidad del Sur de California. La industria farmacéutica se involucró para evitar cualquier difusión o publicidad pública de la existencia de una terapia sin dolor que curaba el 100% de los casos de cánceres terminales, con el único costo de un poco de electricidad. ¿Quién iba a ingerir drogas, después de aquello? Las ventas se hundirían.
Pensaron que la táctica para acabar con Rife tenía que ser otra, y comenzaron a producirse robos en el laboratorio de Rife, desapareciendo fotos, notas, películas y componentes de sus máquinas. El culpable o los culpables nunca fueron hallados.
Continuaron los robos, y por último un incendio intencionado destruyó el multimillonario laboratorio Brunett en New Jersey, donde científicos se preparaban para anunciar la confirmación del éxito de los trabajos de Rife. Pero el golpe final vino luego, cuando la policía confiscó, ilegalmente, lo que quedaba de los 50 años de investigación de Rife. Posteriormente, una importante familia que controlaba la industria de las drogas (medicamentos) se aseguró de llevar a la bancarrota a la compañía que fabricaba los instrumentos de frecuencia, necesarios para los equipos utilizados por Rife.
A los médicos que habían trabajado, visto los resultados, y trataron de defender a Rife, fueron marginados dentro de la profesión y se les retiraron las subvenciones de su fundaciones u hospitales. Se gastó mucho dinero en asegurarse de que ningún doctor recordara nada de los experimentado por Rife. No se escatimó dinero en lograr que se extinguieran los posibles testigos del acierto de las terapias de Rife. Cualquier precio era bueno si con ello se compraban voluntades, y así fue como todos los doctores fueron conducidos con palo y zanahorias hasta que dejaron de apoyar los trabajos de Rife, y comenzaron a recetar drogas.
Los médicos volvieron a estar subvencionados por la industria farmacéutica, que prohibía cualquier mención a los hechos. Por consiguiente, una generación entera de médicos nunca había oído nada acerca de los adelantos de Rife. Había que hacer lo que fuera, porque un tratamiento contra el cáncer en un hospital americano alcanza los 300.000 euros, y esa cantidad es un gran negocio.

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