miércoles, 5 de abril de 2017

¡POR FAVOR, TIREN DE LA CISTERNA!




Hoy escribiré de algo desagradable que es corriente en un tipo de gente, usar el baño y no tirar de la cisterna. Es muy frecuente que entremos en los aseos de un lugar público, en un centro de formación, etc., y encontrar ese orín amarillo intenso, maloliente, que tan fácilmente se podría haber evitado. Un dedo tenía la solución, pulsar un botón o una palanquita lo hubiera remediado, pero no, ahí está ambientando el aseo, que suele ser pequeño, un espacio reducido y, ahora, repulsivo.
El dedo lo podría haber evitado, pero no son el dedo ni la mano los culpables, tampoco lo es el brazo. En la cabeza ya empieza a recaer el peso de la no acción, pero la cabeza no es más que un cuerpo físico, el hardware a merced de un software; por tanto, es ese software el culpable, y el software, como todos sabemos, no es más que lo aprendido, la educación, su experiencia, y todos ellos le evitan ser civilizado, educado y pensar en los demás. Aunque parezca que este pequeño gesto lo esté llevando demasiado lejos, es así, quien hace eso, dejar de tirar de la cisterna tras usar el inodoro, es porque no piensa en el que entrará después de él. Yo hablo de los servicios de caballeros, hombres o como quieran llamarles, que es el que frecuento cuando no tengo más necesidad, supongo que en el de señoras pasará otro tanto, amén de las tapas todas meadas, papeles por todos lados y el famoso charco a los pies, que casi nunca falta. El escenario es dantesco, ¿hay tantas personas que en sus casas hagan un uso tan asqueroso del baño?, cuesta creerlo, pero debe ser así, porque si tú estás educado para tirar de la cisterna cada vez que usas el inodoro, lo haces en tu casa y lo haces en Roma, o sea, allá donde estés o donde entres.
Hay mucha gente que es, con perdón, muy guarra. A veces resulta increíble que en un lugar frecuentado solo por adultos sucedan estas cosas, pero también. Escribo esto porque estoy haciendo un curso de inglés en un Centro donde asistimos adultos, sé que desde el mediodía están las limpiadoras escamondando las instalaciones, comienzan las clases y cuando hacemos un descanso acudo al servicio y alguien ha dejado su marca personal. En esos momentos solo estamos dos cursos, el nuestro y otro en un aula enfrente a la nuestra que dan francés, pero todos somos adultos, o deberíamos actuar como tales.
En los bares y otros lugares públicos, esta asquerosidad es el pan nuestro de cada día, suelen estar impresentables, se cuidan bastante poco, suelen tener los mecanismos para activar la cisterna en muy malas condiciones: a algunos les faltan el botón para pulsar y hay que meter el dedo por un agujero para que la cisterna arroje el agua, en otros han habilitado una cuerda que suele está de un color marrón de la grasa acumulada de las manos, y hay otros en los que, directamente, la cisterna no va, son los peores, nadie puede tirar y te encuentras el inodoro atascado, lleno de sólidos y líquidos así como de papeles y olores de lo más nauseabundo que te puedas echar a la cara. Sé que este escrito no es precisamente la fragancia de una rosa para despertar al nuevo día, pero es necesario exponerlo, a ver si todas esas personas se dan cuenta de que un aseo público es público, no solo para uso personal de ellas, sino que entran otros y otras, así como que no tenemos que andar tirando de la cisterna para que se vayan sus desechos.

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