Imagen: www.cope.es
Por lo que informa la radio esta mañana, cantidad de personas han quedado atrapadas en sus vehículos en medio de un temporal de nieve. Lo curioso es que los medios de “desinformación” ya se habían manifestado al respecto, anunciando de lo que venía, pero la gente, igualmente, ignorando lo que le dicen, coge su coche y se lanza a la aventura acompañada de niños o de personas mayores. Habría que preguntarse si en todos esos casos era imprescindible la movilidad, tomar la carretera y exponerse de esa manera.
Hay cantidad de personas que no se dieron cuenta que las cosas suceden, que no hay ninguna varita mágica que nos proteja, que se produce la pandemia intencionadamente o no, y se produce. Que falla un motor de un avión y el avión se estampa contra el suelo, y lo hace. Que se raja el casco de un buque de pesca o de pasajeros, a la probabilidad le da lo mismo, y se hunde. Que se pone a caer nieve a lo bestia y convierte a los vehículos en latas de conservas preparadas para la ultra congelación. Tan solo nos puede salvar el sentido común, nuestra responsabilidad y un poco de suerte.
Como dicen los más modernos “vamos a cortarnos un poco”, retengámonos un poco, reduzcamos la movilidad si no es una necesidad de primer orden, al menos mientras están las cosas como están, climáticamente hablando y, también, sanitariamente hablando. Sé que esto segundo es bastante indignante, debido, sobre todo, al desconocimiento de sus orígenes, a la inutilidad de la forma de actuar de los gobernantes mundiales y de algunas instituciones directamente involucradas en cuestiones sanitarias, que a su vez son mantenidas por aquellos lobbies empresariales e industriales, supuestamente necesarios para dar una “solución” al mal.
Todo lo que sucede nos condiciona de algún modo, y ese mismo condicionamiento es aprovechado, si no provocado en parte por algunos, para hacer que el rebaño gire hacia la dirección prevista, diseñada, calculada y conveniente para algunos. Es difícil de creer que haya un clan poderoso detrás de bambalinas dirigiendo la vida en el Planeta, pero creer que todos los que tienen poder “otorgado” por las ciudadanías del mundo sean tan descuidados o inútiles, también cuesta. La primera componente de ese condicionamiento es el miedo, y casi lo han logrado, prácticamente han hecho pleno, alcanzaron el centro de la diana, consiguieron que un buen porcentaje de la población mundial esté amparada en que su “líquido bendito” inyectado, le proteja de enfermar al nivel que los medios se han esforzados en recrear al tiempo que nos llenaban las cabezas de datos negativos: contagiados, fallecidos y, cómo no, nunca se olvidaban de recalcar que los hospitales estaban a punto de desbordarse, en cuanto a capacidad para atender la tremenda demanda de pacientes causada por el COVID.
Sea lo que sea que algunos hayan provocado, si fue tramado o preconcebido, si había intereses geopolíticos, económicos y comerciales, prudente es reducir el tiempo de exposición. En esos casos protegerse un poco, aunque dudo mucho que la simple mascarilla tenga las virtudes que le han otorgado. De lo contrario, si alguien no se vacuna, pero lleva la mascarilla de rigor, estaría más molesto, pero se debiera entender que no sería una fuente de contagio para nadie. Dudo que la telilla con algunos huecos inevitables que se forman entre la mascarilla y los pliegues o fisonomía de nuestros rostros, sea tan infalible como para tener que realizar toda la jornada laboral respirando nuestro propio aire viciado y caliente.
Aquí hay un negocio del que, probablemente, sabremos dentro de unos años cuando todo esto se enfríe y no se esté a tiempo de pedir responsabilidades a los presuntos autores.
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