miércoles, 6 de enero de 2021

MENSAJE PRIMERO DEL AÑO

 Notre Dame se cae a pedazos: se necesitan 100 millones de euros para  salvarla - elEconomista.es

                                                      Imagen: www.eleconomista.es

             Del mismo modo que hace el “subvencionado mayor del reino”, largando su mensaje bien programado, como programado está él, me atreveré a dar el mío sin preparación alguna más que sentarme frente a mi teclado y dejar que desde el corazón surjan las letras y pensamientos que den forma a yo que sé lo que saldrá.

            En estas fechas de más libertad laboral, creo que todos aprovechamos para realizar aquellas tareas pendientes que siempre quedan por hacer en casa. Por otro lado, he vuelto a dar un vistazo a las redes sociales para comprobar que siguen atoradas en la misma cantinela… ¡los unos contra los otros!, algunos llegando hasta exhibir su intolerancia, sus deseos de venganza, compartiendo rabia y casi odio sin contemplaciones. Creo que seguimos sin enterarnos de que hay una minoría que se ha hecho con las riendas del poder, que imponen sus normas, que actúa en connivencia con jueces hasta someterlos a sus intereses, que han interpretado la política como un trampolín a la fama, y una puerta hacia la riqueza. Un medio para hacer negocios con empresas privadas a las que les adjudican contratos, por el doble o el triple de su valor, a cambio de comisiones para sus partidos y, muy probablemente, con final feliz en los consejos de administración de aquellas empresas para los descartados de la política el día de mañana.

            El poder está invertido, los políticos se han hecho con el poder absoluto en lo que considero es una traición al pueblo y una diabólica maniobra de engaño. No hay objetividad hacia la ciudadanía. No hay igualdad sino diferenciación por clases, que ya procuran hacerla patente y resguardarla de los envites de la equiparación en todos los ámbitos de la sociedad. Los políticos han perdido el Norte, que no es otro que el bienestar general de la ciudadanía. Ellos están continuamente compitiendo con aquellos, de otros colores y símbolos, que hacen todo para hacer creer a la ciudadanía que los que gobiernan lo hacen mal, porque su único afán es agarrar el poder, echar a los otros, conseguir más votos en la próxima elección a celebrar. Mientras los partidos luchan unos contra otros, como se dice coloquialmente: la casa se queda sin barrer, lo problemas de la gente no se solucionan, seguimos teniendo que pasar el filtro de aprobación de la Iglesia, de los empresarios, de los banqueros y, a su vez, todos enseñan la coronilla al mayor subvencionado del reino, en actitud de lacayos.

            Vivimos una sociedad programada para el robo, la corrupción y la traición por parte de los que tienen el poder, los mismos que se dan las leyes a su favor, asegurándose las miles y una mamandurrias, prebendas y privilegios. Eso sí, se las conceden a sí mismos, pero el que las paga es el pueblo contribuyente, que para eso les servimos: para contribuir en el porcentaje que tenga a bien imponer, en las fechas que nos indiquen y para destinarlo a lo que les rente más, además de abonar a medias los servicios públicos, que como sabemos se los van cargando poco a poco, porque su mirada siempre tiene puesta un ojo en lo privado, por aquello de trincar.

            No podemos seguir manteniendo esta porquería, este factor social-sistémico de indignación y corrupción. No deberíamos usar las redes para seguir mostrando cuán programados estamos en base al código fuente recibido. Tenemos que ser capaces de ver más allá desde el rincón en el que nos mantienen los falsos hacedores en favor de la gente. Todas las tendencias del pensamiento han sido aprendidas, nos han programado socialmente, nos han dividido, nos han enfrentado, nos hacen perder poder frente a los que pretenden que aquí se viva como a ellos les interesa y no como le viene mejor a la población. Debemos dejar de ofendernos por las redes, debemos dejar de ser el loro que solo repite cuanto algunos programan deba ser dicho contra los que se consideran contrarios. Desgraciadamente hay cantidad de gente que toma la palabra de un bribón de esos como palabra de rey, no digamos de lo dicho por los medios masivos de desinformación a las órdenes del poder monetario. La gente no puede pasarse la vida peleando, en lugar de tratar de comprender qué hay en el fondo de lo que propone el otro. La gente es mayor y debe comprender que es un juego macabro de segmentación de la población para evitar que podamos llegar a ser un contrapoder del abuso impuesto. La soberanía reside en el pueblo, según dice la Constitución, pero con el pueblo sometido, no ejerciendo su poder para decir cómo quiere vivir, qué quiere que se haga con su dinero o dicte las normas.

            El nivel humano que exhiben los que gobiernan, los que les rodean, y los que aspiran hacerlo en algún momento futuro, de entre todos los que, garrocha en mano, desean derribar a los que están; no dan la talla, son gentes programadas en el orden capitalista que alberga el sentido de hacer lo que tenga que hacer para obtener los máximos beneficios para ellos y sus organizaciones. Esas personas no hacen todo lo que pudieran hacer para que casi todo lo que propugnan se haga realidad, más bien hacen poco de todo lo que dicen van a hacer, les falta integridad, les falta honestidad, en definitiva les falta humanidad. Son de la generación de los subvencionados, ya que tanto gustan calificar a los demás. No gestionan, viven de las subvenciones europeas porque son incapaces de gestar un Estado autosuficiente y próspero. Se rodean de cientos de expertos porque no están a la altura, ellos se defienden diciendo que no saben de todo, es evidente cuando se nombran personas que no conocen ciertos sectores, que no han visto ni de cerca la materia de la que le ponen la cartera ministerial en la mano. Esa gente antepone la lealtad de los años de militancia a dar el mejor servicio a la población española, por eso nombran Ministro de sanidad a un filósofo, o Ministro de fomento e infraestructura a un profesor de primaria, como si no hubieran médicos, investigadores, arquitectos o ingenieros, con suficiente experiencia.

            El sistema no es que haya que reformarlo, es que es una obligación iniciarlo desde los cimientos.

 

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