lunes, 25 de marzo de 2013

COMPETITIVIDAD CERO


Rivalidad cero, competitividad menos dos. Son dos parámetros de la acción que no comparto con muchas personas, que confunden la falta de rivalidad y competitividad con no progreso. Como si solo fuera posible el avance cuando ambos están presentes.
Cuando un investigador, hace su trabajo, sin correr en el tiempo, sin tener en cuenta a otros investigadores, en el sentido de tratar de descubrir antes que los demás, ¿no tiene opciones al descubrimiento?
Un asunto diferente es tener conocimiento de los estudios de los demás, para completar sus propios conocimientos, y entre todos descubrir un avance tecnológico, médico, químico, etc. Pues aunque en un acontecimiento casual, o en una concatenación de hechos se manifieste lo que se busca o lo imprevisto; su autor no es el inventor porque esa persona es en sí otras muchas de las que aprendió, y es también otras muchas con las que trabajó, y de todas adquirió algo para llegar a ser quien es en este momento.
Nadie es solo él en lo más profundo de su mente, ni tan siquiera en la vida que es. Siempre somos retazos de modos, ideas, pensamientos, creencias, experiencias, vivencias, miedos, etc., aprendidos y compartidos. Lo neto es el niño que somos, el ordenador con el disco sin software, la energía de vida que somos.
¿Por qué rivalizar, por qué competir?, ¿quiénes nos obligan a funcionar de este modo?, ¿Por qué nos engañan con esta creencia?, detrás de esta proclama existen intereses a los cuales les importa muy poco nuestra salud, nuestro bienestar en todos los sentidos, nuestro desatino.
Hay que amar la acción, nuestro trabajo, hay que colaborar para crear el mejor clima posible. Hay que amar a las personas, a los compañeros, hay que desear hacer el mejor trabajo posible, querer dar el mejor servicio posible, ofrecer los productos de mucha calidad, hay que alegrarse de dar lo mejor porque así hacemos felices a los consumidores. Tenemos que sentir interiormente la alegría que les va a producir, a nuestros clientes, la satisfacción de tener y usar nuestros productos bien acabados, con materiales de calidad, sin haber metido pensamientos roñosos como los de hay que fabricar para un uso limitado, y cosas así.
No hay que competir, solo hay que tener la intención constante y manifiesta de querer ser mejor, que no el mejor, aunque este extremo pudiera llegar sin buscarlo, que sería lo más bonito. La calidad, la actitud y la aptitud te pueden ascender a la cima sin que este hubiera sido el propósito. Las cosas buenas suceden, y si el proceso fue esmerado, hubo entrega y mucha ilusión de dar lo mejor en todos los sentidos, es normal que la vida te premie tu labor.
Y todavía no he nombrado el dinero sino que he hablado de otras cosas mucho más hermosas, que no tienen precio, que llenan de satisfacción y que los tiempos actuales confunden con la competitividad, con la obligación de rivalizar. Mediante las técnicas colectivas engañosas producen stress, mucho stress del que se alimentan las fabricas para sacar todo el producto de las personas, deshumanizando el sistema social e imponiendo las reglas del juego del dinero.
Ve a tu ritmo, disfruta de lo que haces, llega a amar lo que haces, estudia la materia, ama ser un profesional de lo que haces, y no olvides que es maravilloso alegrar a los usuarios, a los clientes, a los conocidos, a los amigos y a los familiares.
Vive alegre, conforme contigo mismo, y has como el sol que calienta a todos sin discriminar, sin rivalizar, sin competir. Salen los rayos del sol y se comparten.

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