jueves, 27 de junio de 2013

EL TIEMPO


Aprovechando que hay una repetición de ambientes, me refiero a que tenemos momentos en los que se va la luz, y momentos en los que las calles se vuelven a bañar con la luz del sol, el hombre inventa un aparato de ruedecillas, que engranan entre sí, dando como resultado y por conveniencia, que el día es de 24 horas. Igual podrían haber convenido que el día era de 30 horas, o de 15 horas, depende del número de dientes de los engranajes, me imagino.
Con esta simpleza lo que vengo a decir es que nuestras vidas se han cimentado sobre cantidad de conceptos imaginados por alguien, y tomados por convenio como validos para todos. Tal vez ante la falta de conocimientos suficientes, o por necesidades creadas que en el caso del reloj pudo ser poner de acuerdo a la gente para la llegada de la diligencia, o cuando hay que entrar a picar en la mina, me imagino.
¿Y  cómo se le pasa a alguien por la cabeza hacer un artilugio para cuantificar el tiempo? Esto viene desde la antigüedad, donde parece que trataban de llevar un cierto control con los relojes solares, ya saben un palito que arrojaba una sombra dependiendo de la situación del sol. Me imagino que en días nublados, “se les paraba el reloj”, bromas a parte. Parece que los chinos, egipcios e incas ya los usaban.
Los romanos encendían velas y les hacían marcas para tener una noción de cómo transcurría el tiempo durante la noche. Posteriormente aparecieron los relojes de arena, dos conos de vidrio unidos por sus partes más estrechas, relleno uno de ellos de arena y que vertía poco a poco su contenido en el otro cono. Si se le daba la vuelta, hacia lo propio en el cono contrario. Los ha habido cuyo contenido era agua en lugar de arena.
A partir de estos y conforme el hombre fue capaz de obtener engranajes, muelles, etc. Se inventaron aparatos medidores del tiempo convenido, cada vez más sofisticados y complejos. Y como no es mi deseo hacer una historia de la relojería, lo dejamos aquí.
A mi me llama la atención esa necesidad de tener que cuantificar el día, la sucesión de ambientes con luz y sin ella, que da lugar a esta inquietud. Y sobre todo, como en este aspecto toda la humanidad acepta unos convenios, que se implantan mundialmente, se acuerdan, y llegamos a vivir según esa relatividad.
Siendo relativo o una mentira aproximada, no podemos vivir en el mundo moderno sin esta cuantificación del tiempo. Hay horarios para todo, nuestra vida la comanda el reloj, nos tenemos que levantar a una hora determinada, se entra a trabajar a una hora, se acuerdan citas a ciertas horas, todo sucede en momentos previstos, acordados. Así casi cualquier actividad de las que hacemos uso regularmente, me atrevo a decir: diariamente.
Todo esto sucede cuando como ustedes saben solo existe este momento, el de antes se esfumó, ya no existe, solo es un recuerdo. El futuro tal vez sea o tal vez no, ¿no creen? Sin embargo hemos sustituido la funcionalidad de nuestro reloj biológico, el que predispone a nuestro cuerpo a comenzar la tarea porque ya amaneció, o que ralentiza las funciones porque llegó el ocaso del día.
El hombre ignora lo más importante al haberse centrado en el dinero, y se sirve del tiempo para marcar los horarios de su conveniencia ignorando nuestro reloj biológico, los momentos para actividad y los de descanso. Uno de los ejemplos más comunes son los turnos de trabajo en las empresas, muy especialmente los nocturnos, contrarios totalmente a nuestro reloj biológico.
Al final entiendo al reloj como un invento de control para la humanidad y de la humanidad. Nos servimos de él y colabora a que existan esas situaciones en las que otros lo vieron necesario para servirse de otros, para que otros estuvieran obligados, pues conociendo la ambición del hombre y con la facilidad que algunos caen en los abusos, la falta de ética e incluso de moralidad en sus actos, no me quedo sorprendido de que lo que fue, en los principios, una distracción de ver como en unos momentos del día se alargaba más o menos la sombra, o daba la misma más a la derecha o a la izquierda del palito; llegaran los “listos de turno” para buscar el beneficio del tiempo. Posteriormente se acuño la frase: “El tiempo es oro”, ¿por qué se dice?
Lo positivo del reloj es que podemos fijar el momento de encuentro entre dos personas para el asunto de que se trate. El reloj nos da la oportunidad, si marcha bien y no se le acabó la pila, de llegar a tiempo a los sitios.

Un abrazo para todos, que cada cual lo reciba a la hora que más le convenga.

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