Me centro en este espécimen social debido a su trascendencia. El político ha sabido hacerse cargo de la sociedad, pero en su beneficio, creando un sistema cerrado, dictatorial, abusivo, corrupto y, algunas veces, mafioso al mismo tiempo. Es una mala opinión la que tengo, pero digan ustedes si no tienen ellos las riendas de todo lo que ha de suceder o que tenga que acontecer en la sociedad. Hacen las leyes para que se haga lo que a ellos, o a entidades ajenas, les interesa. Obligan a toda la población a vivir según sus normas, aunque nos perjudiquen, priorizan asuntos que les rente o que les dé más poder o, bien, que les perpetúe en el poder.
Esa es la clase política, incapaz de cambiar nada realmente, doblegada a las leyes heredadas del franquismo, arrodillada ante una Institución inservible y subvencionada como es la monarquía. Todos constituyen el sistema blindado en el que se dan cobertura entre sí cada vez que sacan los pies del plato, que son muchas, demasiadas las veces que eso sucede. Un sistema que es un disparate, en el que le venden a la población unas cosas y se hacen otras bien distintas. Un ambiente que dicen es una democracia, pero que en realidad no se cuenta con el pueblo más que para que echen una papeleta en las urnas bajo una ley electoral injusta, que tampoco modifican por conveniencia de las fuerzas políticas más fuertes, aquellas que vienen de ejercer el bipartidismo, o reparto de poder, como hicieron casi el último medio siglo.
El pueblo no pinta nada en el blindado sistema político, aunque poco le importa que les protestemos, debido a que por nuestra imbecilidad no llegamos a constituir un poder suficiente como para que les importemos y nos tengan en cuenta. El pueblo usa las redes sociales para ejercer un continuo enfrentamiento fraternal, lo que crea división, alejamiento, fragmentación, que es el objetivo de los que quieren seguir en el poder dictando las normas a su conveniencia. Mientras el pueblo siga atontado y creyéndose dividido por colores, signos y banderas, seguiremos oprimido y subyugado por esa clase política inepta e ineficaz.
Nadie se salva de los que han tocado poder, porque son incapaces de dar pasos hacia atrás para retirarse. Viven las mieles del éxito de haber alcanzado cargos de relevancia y reconocimiento social. Sienten tener poder y capacidad para mandar. Tienen salarios altos autorizados por ellos mismos. Han entrado en una rueda social que ellos mismos han hecho que esté distanciada del populacho. Han tenido que pasar por la prueba de atravesar el tamiz de las reglas rancias del juego de conveniencia de un sistema, que como dije antes, es corrupto desde su nacimiento, no es democrático, y suple perfectamente a la dictadura de antaño. Tenemos una aparente libertad de movimiento, pero solo hasta donde ellos consienten porque de inmediato acuerdan una ley mordaza, un nuevo Artículo anexada a la Constitución para hacernos más pobres, priorizando el pago de la deuda al pago o a la inversión necesaria en materias tan sensibles como la sanidad o la educación. El imperio monetario capitalista impone y los gobiernos marionetas agachan la cabeza y acatan, aunque sus medidas sean nocivas para la salud y el bienestar de la población. Las leyes que favorecen a la gente tardan meses, a veces años en ver la luz, pero cuando el interesado es un ente capitalista salvaje, las leyes se hacen de la noche a la mañana.
La política debiera ser para aquellas personas que tuvieran la convicción y el deseo de arrimar su hombro para conseguir mayor bienestar para la ciudadanía. Ser político debiera ser algo voluntario, sin diferenciación de partidos, sin llegar a ser sectas ideológicas, sin colores ni banderas, solo personas dispuestas a tener un objetivo principal: trabajar por el bien de la gente y el progreso de su país, de un modo honesto, íntegro y coherente.
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