No es nada nuevo que el mundo está muy revuelto. Los mandamases pugnan por los lugares privilegiados y por las reservas de minerales y materiales rentables para la industria, su transformación y su venta. Una vez más avisan que los precios, con total probabilidad, subirán, anuncian la subida del barril de petróleo, y como siempre culpan no a la avaricia y la usura, sino a la situación de guerra. O sea, que provocan la guerra, venden armas, quitan y ponen nuevos mandamases más afines con los que de verdad mandan, suben los precios, aprovechan para legislar con urgencia o para decidir por las poblaciones, como si fuéramos tontos o mudos. Se repite Eurovisión, donde unos por peloteo suele dar los votos a donde tiene puesto sus intereses geopolíticos, ahora sucede lo mismo, unos parroquianos se juntan con unos y no con otros, unos invaden a unos y no a otros, unos culpan a unos y no a otros, unos incumplen los acuerdos internacionales o de la ONU, y otros callan para no señalarse, aunque estén cayendo personas como chinches. Mientras tanto, los de siempre sirviendo armas a tutiplén, haciendo negocios, enriqueciéndose de la miseria que siembran a sus pies.
No sé si estamos cerca del hartazgo general o todavía nos queda cuerda para seguir alargando un poco más. No quiero guerra de ningún tipo, y mucho menos que obliguen a las familias a desprenderse de sus varones, mayores y jóvenes, para que vayan a dejar sus vidas en cualquier campo o monte lejos de sus ciudades. No hay derecho a disponer de lo más preciado que cualquiera posee, la vida, para defender intereses ajenos a ellos mismos. Si dos gerifaltes quieren imponer su fanfarronería y soberbia, que se suban a un cuadrilátero y se den de hostias hasta en el cielo de la boca. Aquel de ellos que quede en pie habrá ganado la contienda, pero que dejen en paz a las poblaciones, que no hemos venido a este mundo a dejar la vida por ningún invento patrio-militar-político-mercantil, porque de todo hay un poco o un mucho. Si fuésemos inteligentes, como muchos se creen, estaríamos colaborando todos para conseguir una sociedad cada día mejor. Nos dejaríamos de golfeo y de irresponsabilidades, arrimaríamos el hombro, buscaríamos el bien de todos, el progreso del país, no perderíamos de vista al resto de la humanidad, y trataríamos de evitar todo aquello que va en contra de la salud de todos los seres vivos y del medio ambiente en general.
En cualquier momento podemos virar hacia el camino de la felicidad, hacia el de la paz, hacia el del respeto hacia el prójimo, hacia el de la riqueza del alma de todos y todas. Hacia la sintonía con la naturaleza, la alimentación sana, hacia la no adulteración de alimentos y bebidas. Hacia la conciencia plena, hacia la luz, hacia la lucidez mental y la transparencia que nos brinda relacionarnos con el corazón, llegar a ser amor. Todo esto no es una utopía, son cualidades o aspectos del ser humano que esperan ser atendidos y desarrollados, en eso consiste el trabajo interior, no solo en hacer una boda ostentosa, o una comunión despampanante, en los que los protagonistas son encumbrados o endiosados por un día sin conocimiento profundo de lo que hacen y por qué lo hacen. Es la edad de esto o de aquello y todos lo hacen, actos multitudinarios, todos disfrazados, todos aparentando tener unas relaciones maravillosas, y mañana ya nadie se acuerda de nadie. Podemos cambiar, tenemos la obligación de hacerlo, esta sociedad maldita de tecnócratas del engaño fiscal y la evasión de capitales, no nos permite centrarnos en lo que de verdad es importante. Nos quieren solo como engranajes de su cadena de generar beneficios.
Es la hora de despertar, hay que oponerse sin miedo a los mandatos e imposiciones que llegan sin nuestra autorización. Nosotros tenemos que pesar mucho más en nuestras sociedades, somos el centro de la vida, no los negocios y ni siquiera el dinero. No pueden seguir engañándonos y chantajeándonos.
Seguiremos...
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