jueves, 11 de mayo de 2017

HACER TU HUERTO COMO PARTE DE TU CAMINO




Hacer tu huerto familiar, en tu casa, tiene su valor en muchos sentidos: primero se ha de tener un mínimo conocimiento de cómo condicionar el suelo, las labores que el terreno requiere, de lo que se puede plantar, cuándo plantarlo, ¿requiere sol o más sombra?, cómo plantarlo: en semillas, en plantones, a qué distancia se ha poner una planta de otra. Cuidados posteriores, necesidad de agua, cantidad de la misma… en definitiva, son cantidad de detalles a tener en cuenta para conseguir un huerto que dé buenas cosechas. A todo esto, que no lleguen los agentes invasores: parásitos, virus, bacterias y hongos, y todo el invento se vaya al garete. Por otro lado, si llega el momento, qué hacer, ¿empleamos sustancias nocivas que la planta absorba para librarse del mal que padece?; esto no sería lo deseable en un huerto tuyo, para eso ya tienes las verduras que puedes comprar tratadas con todo tipo de tóxicos.
En casa la tierra es malísima, arcillosa, compacta cuando se seca a tal punto que para soltar la tierra tengo que usar el pico de obra… se pueden hacer una idea. La motoazada da saltos en el terreno, incapaz de realizar su trabajo… apenas araña el suelo. Además, para acentuar la dificultad, la tierra tiene la peculiaridad de estar repleta de chinos o cantos rodados, para que me entiendan. Así que no queda otra que trabajarla con mucha paciencia, pensando que voy al gimnasio cada día unas horas, cojo el pico y lo lanzo cientos de veces o miles contra el suelo. La mayoría de las veces rebota porque se estrella contra algún canto rodado, otras se adentra algunos centímetros. Es cuestión de paciencia e insistencia, así paso una y otra vez sobre el mismo sitio y voy profundizando. Al mismo tiempo voy retirando los chinos, las piedras, que van emergiendo por doquier y, estas me están sirviendo para adornar los pies de los árboles que tengo en mi parcela. Retirar los chinos, uno por uno, es trabajo de chinos, pero yo lo aprovecho como un trabajo interior… es una actitud mental y física… es mi centro de preparación física, mental y espiritual. De esta forma, voy con gozo cada día a hartarme de trabajar, a ejercitarme en todos los niveles expuestos… ya casi soy todo un experto con el pico, ¡jejeje!
Más que el resultado a conseguir, que espero sea algo satisfactorio algún día… no tengo prisas, es el camino recorrido: el día a día, la práctica física y mental desarrollada, la actitud conseguida… algo que, quizá, no todo el mundo entienda; sobretodo, aquellos que necesitan obtener los resultados en poco tiempo. La vida me ha puesto esta tarea por delante y, cada día, voy con ilusión a “mi gimnasio personal” sin gastar ni un euro, fortaleciéndome a todos los niveles, aprendiendo y disfrutando. Tal es así, que estos días no para de llover y aprovecho las claritas para ejercitarme un poco, incluso me pongo de agua hasta empaparme como ayer. Es en ese momento cuando corto la faena y tomo una ducha calentita y reconfortante… ¡tremenda!, con una sensación extraordinaria de haber estado trabajando en conjunción con el medio, con la naturaleza, en condiciones normales… si me lo permiten, sintiéndome más indígena e integrado. En definitiva, voy a remarcar lo que dijo algún sabio: el objetivo no es la meta sino lo que experimentas por el camino. A mí, en estos momentos, me toca esto.

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