martes, 6 de agosto de 2019

TODOS EJERCEMOS PODER

                                                                 Imagen: tn.com.ar

Todos tratamos de ejercer poder en cuanto tenemos oportunidad. Todos hacemos cuanto podemos para que la situación sea la más propicia para nosotros. Es ahí donde debemos parar y comprobar si llevar la situación a donde deseamos va a provocar conflicto o daño a alguien, o bien, es aceptada de buen grado por los demás. ¿Qué es el poder?, será la capacidad de poder hacer lo que se desea, o imponer a otros las reglas que a nosotros nos interesan. Pero, repito, ¿es lo mejor que se puede hacer?, ¿es lo que menos daño hará a todos?, ¿los demás quieren hacerlo o se sienten presionados a hacerlo?
El poder aplicado a uno mismo, como capacidad de hacer cosas, está muy bien, pero cuando es para que otros hagan lo que más nos convenga a nosotros, se convierte en autoridad, es una obligación y, a veces, una contrariedad para el otro. Cada uno debiera hacer lo que quisiera hacer o deba hacer, esa persona sabrá si le merece la pena esforzarse por conseguir algo, pero que sepa que también se ha de ser responsable de las consecuencias de sus actos; este es un buen principio en una sociedad de gente responsable. Debemos sentirnos libres dentro de un orden, porque no estamos lo suficientemente desarrollados para constituir una sociedad anarquista, donde cada uno vaya por libre sin leyes que les obligue. Todavía el nivel de responsabilidad y respeto es deficiente para ello, podríamos decir que no estamos a la altura, aún es muy común que tu vecino ponga la música a todo trapo, o que los niños de la familia que vive arriba jueguen, den saltos, arrojen contra el suelo objetos, y nos llevemos todo el día escuchando molestos ruidos procedente de la diversión sin freno de los niños del vecino de arriba. Algunos taconean como si vivieran solos en el piso, o celebran fiestas constantemente hasta altas horas de la noche. Es imposible que podamos vivir sin que haya un poder presente, un cierto temor a ser llamados la atención o sancionados, porque hay una gran cantidad de individuos en la sociedad que no están lo suficientemente educados para convivir con otras personas.
Las leyes ejercen un poder sobre la ciudadanía, apoyadas en la judicatura, pero lamentablemente no es justa e igual para todos, ni tan siquiera para los mismos jueces y fiscales, pues ante la ambigüedad de ciertas leyes mal redactadas o expresadas de un modo un tanto complejo, no aciertan a dar la misma interpretación; resultando de ello, que ante los mismos delitos se imponen sanciones o condenas diferentes, dependiendo del juez que presida el juicio. A veces, como sabemos, el poder compra a los jueces y fiscales para poder librarse de las condenas que les corresponderían a sus acciones abusivas y delictivas, se llama poder para sobornar, chantajear o poder de prevaricar, este último por parte de los magistrados que sentencian inadecuadamente teniendo conocimiento de que lo hacen mal.
El poder es una fuerza ejercida y limitante de los movimientos y la libertad del otro, también se puede llegar a entender así. Quienes tienen el poder, dictan las normas y obligan a los demás a seguir la senda que han marcado. El poder es dueño o se hace dueño de la situación en cada momento. El poder es dinero y el dinero se impone en esta puñetera sociedad sobre todas las cosas. Nos han creado la necesidad del dinero, sin dinero no se come, no se viste, no se puede hacer casi nada o consumir algo. El dinero está presente a cada paso que damos, hay un engranaje publicitario y de marketing creándonos necesidades, ejerciendo poder sobre nuestras mentes, condicionándonos para que consumamos y movamos el dinero; ejerciendo un poder que nos sume en el círculo vicioso de gastar para consumir y tener que trabajar para ganar más dinero y volver a consumir. Todo es dinero para vivir y adquirir lo material, en este aspecto el dinero ejerce su poder sobre nosotros. Es entonces cuando entra en juego el empresario como poseedor de los puestos de trabajo. Nosotros necesitamos trabajar y pedimos trabajo al empresario que se ve amparado y reforzado, por la acción y gracia de los que han dirigido hasta el momento este país, para negociar las condiciones del mismo, pues hay detrás un desempleo estructural permitido a conciencia por los legisladores para facilitar el empobrecimiento de la gente del pueblo. Eso significa poder sobre la gente, un poder compartido entre políticos y empresarios para conseguir el mismo fin: condiciones laborales precarias.
Somos muchos y cada uno en un nivel de educación, conocimientos, experiencias, etc., es difícil imaginar una sociedad sin la acción de un cierto poder para mantenernos en orden. El poder, en esas circunstancias, no es contraproducente sino todo lo contrario, y lo tendrá que seguir siendo mientras no seamos capaces de adquirir el nivel mínimo necesario que nos proporcione amor por nuestros semejantes. Si es innecesario y una explotación por parte de algunos, el poder que tiene unas intenciones de servirse del esfuerzo de los demás para sacar un partido por el que no se ha luchado; o sea, que debemos sudar para ganar dinero, pero no para que algunos se aprovechen de nuestro sudor.

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