Imagen: www.quechollodesegurodesalud.com
Pensando en la tarea de los políticos, en los asuntos públicos y en los privados, veo que hay un difícil equilibrio entre ambos intereses. Si los políticos, supongamos que hablamos de sanidad, tomasen las medidas necesarias para que nuestra sanidad fuera de Champion, todas las especialidades recogidas como debiera suceder y sin listas de espera, o sea, suficientemente y adecuadamente dimensionada, nadie acudiría a la sanidad privada, nadie se haría un costoso seguro de sanidad para que le vieran en un centro privado, pues el público sería de primera. Similar o igual razonamiento podríamos aplicar a cada uno de los servicios y asuntos administrados públicamente, porque todos nos afecta a la ciudadanía y nadie acudiría ni gastaría su dinero en empresas privadas si los servicios públicos fueran de primera. Lo que me lleva a pensar de la intencionalidad e interés de los políticos gobernantes para que lo público sea y siga siendo mediocre.
Hace algún tiempo me di cuenta que lo privado no tiene sentido ni cabida en nuestra sociedad, porque todo es cuestión de dinero y de vivir acorde con nuestras necesidades y capacidades económicas. Puede ocurrir que no se puedan hacer demasiados proyectos al mismo tiempo, y tengan que pausarse un poco, ralentizarse si quieres, pero llegaremos, lo alcanzaremos. Lo que hace falta es que todos tengamos ingresos decentes para poder hacer frente a los gastos de los servicios y de la calidad de servicio pretendida. Hace falta, al mismo tiempo, que haya un control ferreo de los defraudadores, de los que se las ingenian para no pagar, para evadir capitales, para estafar al fisco y al resto de los ciudadanos españoles. Lo privado, desde mi punto de vista no tiene lógica, parte del concepto de invertir dinero para aprovechar el esfuerzo ajeno y obtener la mayor cantidad en concepto de beneficios, sobre todo para esos pocos que dicen invertir su dinero y asumir riesgo, cuando en gran parte hacen separación de bienes, no tienen nada a su nombre, por si llegase el caso de tener que asumir una gran deuda. Son poco menos que indigentes con mucho dinero en unas cuentas corrientes de las que son titulares su esposa e hijos, muchas veces en paraísos fiscales y no declaran nada por ellas.
Una población de un país debiera ser una gran comunidad que trabaja para hacer posible que todos podamos disfrutar de grandes servicios públicos, sin que nos falte nada de todo lo que se pueda considerar importante o imprescindible para vivir bien y atendidos formidablemente. Para ello, hay que saber que hay que poner dinero en la hucha común, y que los administradores han de ser decentes y honestos, no como las organizaciones criminales, opacas, mafiosas y corruptas, en las que se han convertido casi todos los partidos políticos... ¡Sálvese el que pueda!
Llegados a este extremo, yo al menos, no puedo confiar en el sistema establecido ni en los aspirantes a hacerse con los sillones de poder, porque ellos no respetan las pautas de solidaridad, bienestar, integridad y honestidad expuestas en este escrito. Una respuesta ciudadana al desgobierno exhibido por los que han ostentado y desean ostentar el poder, es dejar las urnas vacías.
Seguiremos...
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