Ya hablar de comunismo es un eufemismo, pues todos somos capitalistas en cierto grado, ricos hay en todas partes del mundo en un número cada día más elevado. Los países de Latinoamérica ven con malos ojos al imperialismo impuesto por EEUU y se oponen a ello. EEUU, a su vez, lleva toda una vida luchando, menos cuando le ha interesado, contra todo lo que huela a comunismo, Rusia, zona del Este, Asia, etc. No olvidemos el estreno de bombardeo atómico sobre Japón.
El caso es que hay un juego macabro de acción e inacción, dependiendo con quién haya que meterse, o a quién haya que proteger por intereses económicos. Un juego al que han llamado geopolítica, que bien podría haberse denominado Monopoly mundial, o lucha del imperialismo contra el comunismo. Una lucha de intereses por el poder, por los recursos, para el enriquecimiento de unos y consiguiente empobrecimiento de muchos otros, pues siempre son más los que van directo hacia la ruina y dependencia directa o indirecta de los que los bombardearon, destruyeron sus países, de los que dicen lo hicieron por su bien, por salvarles de las garras del comunismo mientras saqueaban sus minas de elementos valiosos, sus pozos de petróleo y ofrecían falsa protección, que no duraría más allá del tiempo requerido para vaciar el país de elementos de interés para el invasor-protector, y para terminar de controlar al país invadido y destruido, le endeuda hasta los ojos, le compra la voluntad, le deja a medios militares y policiales para dirigir el país hacia donde desean y, para guinda del pastel, eligen un presidente o cargo único afín al invasor.
Toda esta geopolítica o Monopoly sucio mundial, también inmerso en la globalización que nos han vendido, es insuficiente para evitar invasiones entre vecinos, igualmente por intereses y poder en la zona donde se ubican sus países. Israel puede ir echando progresivamente a los palestinos sin que la comunidad mundial diga algo o les pare los pies. Israel, últimamente la ha tomado con Siria, con igual consecuencia. Arabia Saudí dio ordenes de trocear al periodista Jamal Khassoggi en el Consulado de arabia Saudí en Turquía, porque su línea editorial discrepaba con el régimen monárquico en Arabia. Recientemente acaba de condenar a muerte a un profesor jubilado por igual razón a la del periodista que hicieron desaparecer en el interior del Consulado antes mencionado. En pleno siglo XXI no se pueden tolerar dictaduras tan vengativas y crueles, la vida de los seres humanos no se puede fulminar por la palabra de un igual, de otro ser humano, que trata a toda costa de imponer su "santa voluntad Real".
Igualmente, las guerras son acciones obsoletas en el tiempo, estamos en la década de la inteligencia artificial, en el de la automatización y digitalización, computerización, en fin de todo lo que a través de tecnología, algoritmos, matemáticas, ciencia, etc., nos están facilitando la vida y nos están acercando a un mundo de conocimientos que hace cincuenta años era impensable. Y todo eso es incompatible con las viejas y obsoletas artes de la guerra, cuando el hombre era más troglodita, pero no ahora, no podemos seguir copiando y reproduciendo tan innobles, retrógrados y crueles disciplinas. La capacidad de diálogo, de poder llegar a entendernos, ha de triunfar, como seres avanzados que somos desde que nos fuimos alejando de las cavernas o, ¿no?
Seguiremos...
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