En primer lugar, unas oposiciones aseguran que se va a dar plaza de trabajo para toda la vida laboral a personas que tienen gran capacidad para memorizar, pero ¿se estará contratando a las personas más eficientes y eficaces para la labor a desempeñar? Al menos como está normalizado en España, la plaza conseguida en oposición, es como una propiedad de la que nadie te puede hacer desistir, nadie te la puede quitar y difícilmente te volverán a molestar, no digamos amonestar o expedientar, y echarte, ni hablar.
He ahí el gran problema del funcionariado, que sabiéndose con una plaza que le asegura el trabajo de por vida, al menos mientras dure su vida laboral, cambia de actitud y comienza el pasotismo, de todo habrá, pero esa es la tónica general. A los empleos públicos no se debiera ingresar mediante oposición sino mediante pruebas prácticas iguales a las que se realizarán en cada categoría profesional demandada desde la Administración Pública. Si quieres que haya personas que realicen unas funciones, qué mejor que contratar a las personas que mejor sepan desempeñarlas, y no las que mejor memoricen leyes, artículos, datos y cifras, aunque no tengan destrezas para realizar las funciones propias del puesto de trabajo para el que oposita.
La gente se sabe con la plaza y se relaja, pasa de trabajar y se escaquea, como vulgarmente se dice, todo cuanto puede. Tiempos muertos por un tubo. Charlas interminables, como aquellos y aquellas que se pasan media jornada de visita en las mesas de trabajo de sus compañeros, distrayendo a diestro y siniestro. No trabajan ellos ni dejan trabajar a los demás. Otros abandonan su puesto de trabajo en infinidad de ocasiones, para orinar, para fumar, para desayunar, para ir a la tienda de enfrente, a los grandes almacenes de al lado, para llevar a los niños al colegio, para recoger a los niños, para hacer una gestión en el banco, para todo, menos para trabajar. Las jornadas de siete u ocho horas las dejan en un par de horas de trabajo efectivo, y nadie dice nada, ningún jefe se implica, la Administración y el trabajo público se va al traste, nos cuesta una millonada que haya gente teniendo trabajo para siempre y que no se le pueda despedir ante el abuso. Es normal que toda la gestión pública termine privatizada y mucha culpa se la hemos de echar al funcionario con plaza definitiva, que se cree que con el esfuerzo realizado para lograr aprobar las oposiciones, ya está todo hecho.
Como reseñé antes, los jefes se dedican a llevarse el salario de jefe, pero no se enfrentan a nadie, pasan, todos cobran del dinero público y lo que les importa es que llegue el dinero de donde sea para que puedan cobrar. No se controlan: los horarios, las entradas o salidas, las bajas por enfermedad, cómo la estiran innecesariamente, el absentismo laboral, el trabajo realizado durante la jornada laboral, tan solo se preocupan por hacer un símil de evaluación de productividad, que valora a cada uno conforme a simpatía, amistad y si es o no del grupo de los que desayunan con el jefe y allegados. En la Administración pública se está tirando el dinero público en cantidades desorbitadas y será así mientras los políticos sigan siendo unos inútiles que no legislan para dar verdaderas soluciones a los problemas sociales, laborales, judiciales, éticos, morales, y no dejan de ser una panda de mafiosos y corruptos.
Seguiremos...
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