sábado, 31 de diciembre de 2016

PORTAZO Y SE ACABÓ




Hoy es treinta y uno de Diciembre, en menos que se tarda en parpadear estarán las personas sentadas a las mesas, festejando el adiós del 2016 y la llegada del nuevo año. En menos que canta un gallo, tañerán las campanas y la gente comenzará a engullir uvas hasta casi atragantarse. Después el correspondiente brindis, rapidito, que hay que echar las uvas para abajo, y a seguir con el turrón y los mantecados, las exquisiteces de chocolate, fresa y demás sabores. Cuando el cuerpo no pueda más, mejor dicho, cuando el estómago esté a punto de estallar, porque lo que se hacen estos días de fiestas navideñas no son cenas comedidas sino puros excesos, comenzará la gente con el alcohol duro… ¡qué antiguo soy!
Después de sentirse asfixiado tratarán de bailar, la gente se pondrá los gorritos típicos de las fiestas, las narices de artículos de bromas con gafas sin cristales, las pelucas, y comienzan las escenificaciones de cada cual: uno que se arranca a cantar, otro que se marca un paso imposible de conseguir si no fuera ayudado por el grado de alcohol ingerido, a otros les parece todo ello gracioso y se hartan de reír desde la silla y los codos, por supuesto, siempre apoyados en la mesa para no perder el equilibrio. En definitiva, a pasarlo bien todo el mundo, hasta ahí dicho de corazón, pero también está mi corazón mirando a los de siempre: a los abandonados por el sistema, a los que de este sarao no saben nada, o que en quince días quizá no lleguen a ingerir ni la mitad de calorías que muchos van a tomar esta noche. Lo dejo ahí para no amargarle a nadie la noche, pero los que me conocen saben cuan espontaneo soy, y cuando estoy escribiendo y lo menciono es porque me aborda mi ser y no me permite echar la vista a otro lado… lloro por ellos, por la angustia y la desesperanza de quienes están condenados a vivir pocos años. Por aquellos a los que parece que nadie los quiere, a los que se les abre los brazos y falsamente los corazones, pues jamás se les arreglan sus deficiencias, jamás se les empuja y se les enseña para que puedan funcionar por sí mismos. ¡No interesa al mundo de los que se levantan para generar beneficios monetarios!
Cuando vamos en el autobús y sube un anciano o una anciana, una persona educada que aprecia que no hay asientos libres, se levanta y le cede el suyo. ¿No debería suceder lo mismo si nos diera por mirar a esos desamparados? ¡Les siento!, que es como mirarles de frente y me avergüenzo de ser uno más secuestrado en un sistema tan miserable y deprimente.
Les pido me perdonen de nuevo, pero aunque crean que no es el día, mi corazón es cuando más insiste para que lo proclame, para que salga en defensa de los más desfavorecidos. ¿Vieron a algún político despedirse en el último Pleno del Parlamento que se manifestara en estos términos?, supongo que no. La vida de las personas, los derechos humanos, no van en la agenda de los partidos. Ellos quieren votos y poder, ellos no tienen interés por entrar a fondo en los derechos humanos, la explotación, la pobreza y las muertes evitables. Ellos temen que abriendo nuestros corazones nos hagamos más humanos y menos españoles, más conscientes y menos manipulados.

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