viernes, 2 de junio de 2017

EL DERECHO A CONVIVIR EN PAZ




Como saben, acaban de salir todas las hermandades camino de Almonte para celebrar la romería de la Virgen del Rocío. Hace un par de días conducía el coche y escuchaba la radio mientras un señor, un ciudadano, hizo la siguiente sugerencia: ¿Por qué no salían las Hermandades durante la noche y dejan las carreteras libres para que la gente pueda llegar a sus trabajos sin soportar caravanas? Me pareció y me parece muy oportuno; de esta manera parten para su celebración sin molestar ni perturbar el ritmo normal diario de la ciudad. Creo que esta persona había dado en el clavo y, a continuación, me comencé a preguntar por qué salían por la mañana si por la noche no iban a molestar a nadie. Hallé una respuesta que, tal vez, no sea correcta o que no guste a mucha gente: la necesidad de hacerse notar… mostrarse…tener peso e importancia.
No soy muy amigo de las tradiciones, me parecen eventos propios de otro tiempo y sin sentido en una sociedad moderna. Creo que hay otros muchos asuntos necesarios y vitales a los que acudir para solventar problemas a la ciudadanía. No veo una romería ni una feria como algo imprescindible que tenga que prolongarse en el tiempo. Sin embargo, si la gente es esto lo que quiere… ¡adelante!, yo no soy nadie para impedirle sus formas de diversión; cada cual sabrá cómo emplear mejor su tiempo y su dinero. Como la existencia es limitada, cada uno que tome conciencia de lo que considere mejor para sí. No obstante, esto no está reñido o, no debe estarlo, con la posibilidad de pactar la salida por la noche, en silencio, para no perturbar el descanso de los que se quedan y tienen que trabajar, y evitar los disturbios en el tráfico cuando la gente acude a su centro de trabajo. Supongo que la prioridad la debe tener el descanso y la obligación laboral, aunque ya estamos acostumbrados a que esto no se respete; con mucha frecuencia los vecinos de ciertas zonas de Sevilla, en las que abundan los negocios hosteleros: bares, pubs, cafeterías, terrazas, salas de fiestas o discotecas; denuncian la imposibilidad de conciliar el sueño y poder descansar por la cantidad de gente que se agolpa en las cercanías de sus viviendas bebiendo, riendo o charlando en voz alta hasta horas intempestivas.

 Esos vecinos se quejan porque están hartos de ponerlo en conocimiento de la policía local y del Ayuntamiento, sin que les hagan caso y pongan fin a esa libertad que se han tomado los propietarios de los citados negocios. Es terrible que en tu casa no puedas descansar, dormir, hablar o ver la tele sin que se metan en tu salón y dormitorios, las voces y las risas de un puñado de personas que cada hora están más alegres y desinhibidas por la acción del alcohol. Esto es impensable que pudiera suceder debajo del piso de cualquier autoridad del ayuntamiento de Sevilla o de la misma Presidenta de la Junta de Andalucía; ¿creen ustedes que no le darían una solución inmediata? Está muy bien que cada cual haga lo que quiera, cómo no, pero sin que resulten molestos a otros; este es un principio de educación y respeto fundamental para convivir, válido tanto para los rocieros, los feriantes, los organizadores de fiestas y veladas de barrios, así como para los hosteleros.

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