jueves, 29 de junio de 2017

LA FALSEDAD ALREDEDOR DEL ORGULLO




Hace años ya tuve la oportunidad de escuchar que los homosexuales eran un colectivo potente como nicho de mercado. Vivían en parejas, trabajaban ambos, solían viajar y gastar generosamente. Ahora todos ven con esto del movimiento del Orgullo Gay que, efectivamente, son algunos millones de personas y en todos los establecimientos ponen banderas multicolores. Todos los negocios quieren enganchar un trozo de pastel. Los partidos políticos también se han subido al carro de esa posible rentabilidad en votos, y para esta semana todos han cambiado sus logos en las redes, incluyendo los colores del arcoíris. De buenas a primera, todos son más progres que nadie… otra mentira de las que nos tienen acostumbrados… giros, manipulaciones e incoherencias. Fíjense cómo en los medios lo dicen una y otra vez: repiten los millones de personas que ocupan Madrid y la cantidad de negocio previsible que se va a producir en la ciudad.
Todos cuando se manifiestan dicen ver la homosexualidad, transexualidad, etc., como algo normal; sin embargo, con todos estos signos y con esta fiesta tan sonada lo hacen una excepcionalidad. ¿Por qué no tiene el mismo trato que la heterosexualidad?, ¿conocen una celebración de semejantes proporciones?... la sociedad es muy falsa. En esta fiesta además de la reivindicación del trato por igual, que me parece correcto y estupendo, hay una exhibición de libertinaje erótico-sexual… ¿por qué hay tanta gente medio desnuda en actitud lasciva? Esto lleva a muchas personas a la confusión entre las auténticas reivindicaciones del colectivo y el libertinaje en el sexo o vicio como lo llaman otros. No hacen falta tantos signos externos para hacer de esta fiesta algo que viene a parecerse a una bacanal y casi una orgia. Hay demasiado bombo alrededor de esto, no creo que haya otro día mundial dedicado a motivo alguno que adquiera la intensidad de celebración y cuente con los aparentes apoyos de esta movida. Pero, repito, es un movimiento masivo que hace mucha caja y, ahora, todos llevan los colores del arcoíris en sus corazones… ¡venga ya!
Que cada cual haga con su vida lo que corresponda y crea oportuno, pero las celebraciones de unos pueden llegar a molestar a otros. No sé cómo la vivirán los afectados más próximos, los que viven en los barrios donde hay tanta gente, donde se produce tanto ruido y donde no se puede descansar. Además, habrá mucha gente que respetando lo que hagan en su intimidad, pueden sentirse incomodas con según qué comportamientos en público, en la calle. No a todos, sobre todo a las personas mayores, les gusta ver gente semidesnuda o con ropas inadecuadas para pasear o exhibirse en la ciudad. Siempre he estado en contra de ciertas fiestas impuestas a los demás, aunque sean parte de la más “sagrada” tradición de mi ciudad. Nunca he entendido por qué se deben relajar las normas o las leyes para el divertimiento de una minoría y, ¡ojo!, no me estoy refiriendo en concreto a las fiestas del orgullo gay, sino a las fiestas locales habituales, anuales, que todos sufrimos de alguna manera en nuestras localidades.

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