Ayer se despejaron algunas de las incertidumbres que teníamos acerca de la perrita adoptada. Vino el veterinario a casa a examinarla y empezar a ponerla al día y, por supuesto, lo primero que hizo fue comprobar si tenía chip. Le pasó el lector por el lado izquierdo de su cuello y, efectivamente, tenía insertado uno. El veterinario hizo las gestiones on line oportunas y se descubrieron datos hasta ahora desconocidos. Teníamos el nombre del propietario, su dirección, su número de móvil, el nombre de la perrita, por fin sabíamos cómo se llama, su edad: cinco años, etc.
Delante del veterinario y en voz alta, anticipándole a la hermana del fallecido dueño de la perra que estaba en abierto y que el veterinario se encontraba presente, le hice que nos dijera cuál era el nombre y apellidos de su hermano, que por supuesto coincidía con el registrado en la base de datos del registro de propietarios con perros con chip insertados. Esto nos daba ya una tranquilidad, pues debo ser sincero, todavía rondaba por mi cabeza que la perrita podía haber sido robada.
El veterinario le dijo a la señora que tendría que mandarnos el certificado de defunción de su hermano en cuanto lo tuviera para poder iniciar el procedimiento de cambio de titularidad de la perra y, por tanto, modificar los datos registrales del chip. A partir de entonces podríamos hacer una analítica general para conocer el estado real en el que se encuentra, saber si está esterilizada, poner las vacunas, hacer una cartilla sanitaria nueva, etc., vamos, ponerla al día y llevar el control de su salud desde este momento.
En cuanto a su adaptación, progresa adecuadamente, como no podía ser de otro modo para estos seres vivos que tanto nos dan a los humanos. Su nombre es Sanga, perdonen que se me haya pasado anteriormente, y tiene pasión protectora por su dueño, paso que doy, paso que viene tras de mí, por muy dormidita que esté. Siempre vigilante a cualquier sonido alrededor de la casa, incluso dentro de la misma, y curiosa como ella misma, mete el hocico en todo, todo lo trastea, todo lo huele... y ¡hala!, a la base de datos de su mente. Es encantadora, salvando los conatos de defensa, debidos a su inseguridad del primer día en casa entre personas desconocidas. Va calmándose, ya acepta echarse en su cama y se le ve más relajada. Eso sí, la cama la he de situar junto a donde esté yo, pues de lo contrario prefiere el frío suelo a la distancia, siempre se echa junto a mí. ¡De verdad que son seres sintientes!, quizás es lo único que la ley de protección de los animales haya dicho o hecho bien. Yo no lo tenía en duda, pues tengo perros desde que era pequeño y ya han pasado 65 noviembres, pero ¿qué sucede con el resto de animales? ¿acaso no es igual un perro de caza, si al fin y al cabo es un perro? ¿Y el resto de animales: gallinas, pollos, cerdos, cabras, ovejas, vacas, etc.? Nos falta un hervor en nuestra propia evolución como seres inteligentes con capacidades extraordinarias, que esta sociedad no se detiene a contemplar para que las descubramos... ¡No les interesa a aquellos que nos han programado para ser solos engranajes de la generación de beneficios de una sociedad capitalista despiadada, y en la que no se fomentan los valores humanos!
Estoy seguro que esta perrita, Sanga, llegará a ser una perrita totalmente adaptada a la familia, en solo un día su forma de actuar por miedo, desconfianza y el propio trauma por el que ha debido pasar, sola en un piso, con su dueño muerto, varios días hasta que la familia y vecinos se dieron cuenta y avisaron a las autoridades (una experiencia muy fuerte), ha cambiado radicalmente, nos ha aceptado y nos sentimos felices de su valiosa compañía.
Seguiremos...
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