viernes, 3 de febrero de 2017

LAS TIENDAS DE LOS BARRIOS




He dado un paseo bien temprano, me dirigía a casa de unos amigos y al pasar por las calles más comerciales, ya estaban abriendo los pequeños negocios, las pequeñas tiendas del barrio. Habían llegado los pequeños empresarios con sus furgonetas cargadas de género, principalmente, verduras, frutas y pescados. Los bares que hay en la calle estaban, igualmente, abiertos aunque con poco público.
Yo reparé en esos pequeños comerciantes que tan temprano se levantan para ir a los centros de distribución de mercancías. Todos sabemos que dichos centros operan casi de madrugada, para que estos comerciantes puedan adquirir sus productos y lleguen a una hora temprana a sus negocios para poder abrir y atender a sus clientes. Al mismo tiempo que razonaba todo esto, pensaba en la ilusión de esas personas que invierten dinero, tiempo y esfuerzo en sacar adelante su medio de vida en los diferentes barrios para un público minoritario, desgraciadamente. Digo esto, porque como todos sabemos y hacemos, por comodidad, nos dirigimos a las grandes superficies donde encontramos no solo el pescado y la verdura, sino otros muchos artículos y a algunas personas les sirve de entretenimiento pasear por los grandes centros comerciales. Pero por favor, no me malinterpreten, no estoy queriendo decir que es mejor comprar en centros comerciales gigantescos… ni mucho menos. En lo que estoy centrado es en la ilusión a la que hice mención anteriormente, en la lucha de esos pequeños comerciantes para quedar relegados a un segundo lugar, mantenidos, casi siempre, por los viejos del lugar, que son sus principales clientes.
Cuando yo era niño las tiendecitas del barrio eran imprescindibles, todo se compraba en ellas. El tendero era vecino, amigo y si te hacía falta algo y no lo podías pagar en aquel momento, lo apuntaba en la lista hasta que cobraran mis padres. Era un necesario servicio de suministros al que se podía recurrir cada vez que te hacía falta alguna mercancía, la pudieras o no abonar. Las tiendas y los tenderos tenían un lugar privilegiado o importante en nuestras vidas, pero todo esto ha caído en el olvido, pues las nuevas generaciones ni lo conocen. Primero llegaron los supermercados, que también se ubicaron en los barrios, esto significó un primer palo para los propietarios de las pequeñas tiendas. Posteriormente llegaron los grandes centros comerciales, las grandes superficies como también se les conoce, y las grandes peregrinaciones de clientes potenciales que van a por un par de artículos y salen con un carro lleno. La moda es pasear por cada calle interior llena de estanterías abarrotadas de productos, que avivaban el deseo de compra de los clientes, por eso entras en uno de esos grandes centros con la idea de comprar dos cosas y te llevas diez.
Este escrito es en honor a esos luchadores de los barrios, que abren cada día sus pequeños negocios con ilusión y esperanza de tener una buena venta, y de servir y agradar a sus clientes. ¡Va por vosotros!

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