Sí, hijo sí, un año más volvemos a tener el abuso de poder eclesiástico dando vueltas por las calles de la ciudades, cortando calles al tráfico, perturbando el orden y la comodidad de buena parte de las poblaciones, exhibiendo pasos con crucificados, imágenes de la vida y la muerte de un tal Jesús de Nazaret; al menos, tal como nos han enseñado en la escuela. Otro motivo de distracción y reducción de horario laboral para todos, de devoción para algunos y de molestias para otros muchos, pero con la Iglesia hemos topado y con la condescendencia de los gobiernos que siempre se han doblegado a los dictados del orden celestial. Todo se altera y se acomoda a la fiesta en las ciudades, porque como justifican los medios de desinformación y manipulación masivos, así como los alcaldes y gobiernos respectivos, la compensación se traduce en algunos millones de euros "para la ciudad", esto habría que observarlo contablemente para llegar a saber hacia donde se van los dineros ingresados.
Sea como sea, yo vuelvo a lo que siento, y de lo que estoy convencido: se trata de una tradición religiosa, de fe, de sentimiento íntimo, de creencia, pues muy bien, que suceda todo ello en la intimidad de las personas de los hogares y de los templos; eso sí que es creencia auténtica, no la que necesita de exhibirse para estar cada año presente, no la que se ha convertido en motivo de una festividad más en el calendario anual de los pueblos y las ciudades. ¿Quieres religión y todo lo que le rodea?, pues practica en libertad desde la profundidad de tu ser, en tu hogar, en tu quehacer diario y en tu templo, pero no hay ninguna necesidad de que obstaculice la vida de la gente de un lugar, altere el tráfico, modifique los horarios de las empresas y comercios, o de lugar a accidentes por la cera vertida en las calzadas, que las vuelve resbaladizas para los vehículos que circulan por ellas. Y llevado al extremo: ofende los sentimientos no religiosos, que digo yo, que éstos tendrán el mismo derecho que los creyentes cuando han denunciado su ofensa por lo que consideran contrario a sus creencias.
Para montar chiringuitos festivos, diversión y entretenimiento, los gobiernos son los números unos, pero para conseguir industrializar el país y acabar con el desempleo, las ayudas inservibles y todo tipo de subvenciones dadas con dinero público, ese es otro asunto, por supuesto, más serio, de primer orden, y a ninguno de los gobernantes o empresarios parece importar mucho. ¡Ea!, pues que sigan los tambores y las cornetas, que siga el país de pandereta, camareros y hostelería heredado de Franco, amén de la mafia que opera detrás de los focos, y de la corrupción que nos empobrece cada día.
Seguiremos...
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