domingo, 20 de noviembre de 2022

MONTAR EN MOTO

 

                                                          Imagen: www.pinterest.es

    Ya era hora de que dedicara unas letras a esta bonita afición que me lleva acompañando desde que tenía catorce años. A esa edad, que como saben no se puede conducir motos legalmente, mi padre había comprado una parcela en el término de Castilblanco de los Arroyos, en la provincia de Sevilla, a unos 45 Kms de la misma, e iba cada fin de semana para construirse una casa en dicha parcela.  Mi padre, que deseaba yo le acompañara y sabedor de mi afición a las motos desde niño, le compró una Mobylette a un compañero de la empresa donde trabajaba. Era viejita, pero andaba muy bien, la llevó a la parcela y con ello hacía que yo estuviera deseoso que llegara el fin de semana para no parar de dar vueltas por la urbanización. Era una urbanización rustica, en medio de la sierra, un paraje hermoso, con arroyos que la atravesaban por diferentes lugares, rocas, subidas y bajadas; y a la pobre moto la empleé como moto todo camino, y aquello me reportó un dominio bastante aceptable de conducir motos en distintos terrenos. 

  A los dieciséis años, y tras aquella experiencia de dos años transitando caminos y haciendo diabluras con la pobre Mobylette, acababa de entrar a trabajar en una empresa que tenía una moto Rieju de color rojo, parece que la esté viendo en este momento, motor Minarelli, bravo para ser una pequeña moto de ciudad, andaba la jodida... Amarraba el paquete al pequeño trasportín y recorría la ciudad en un pis pas, tan solo tuve un pequeño accidente con un coche que se me cruzó en la incorporación a un carril auxiliar, dejándome caer y los correspondientes rasguños en rodilla y codo, que se abrasaron contra el asfalto, pero a esa edad y con mi afición, no fue muy distinto a cualquier caída jugando al fútbol, por ejemplo.



    La moto, no era mi función principal en la empresa, ya estaban varios compañeros con esa tarea, pero a veces voluntariamente la realizaba yo con tal de salir un rato y conducir la moto. Como estaba trabajando le planteé a mi padre que quería comprar una moto. Fuimos al concesionario de Gilera y compramos una Gilera Enduro, una motito de cincuenta centímetros cúbicos que amplió mis horizontes motorísticos, pues cuando yo era joven, con cualquier moto se iba a todas partes. Cada fin de semana, con un amigo, recuerdo su apellido: Mendez, que se había comprado una Ducati Senda, también de cincuenta centímetros cúbicos, salíamos de Sevilla a buscar cualquier escenario campestre para dar saltos y subir o bajar lomas. Descubrí que aquello se me daba bien, debiera ser por el magnifico rodaje que adquirí con la Mobylette, una moto nada preparada para andar por cualquier camino, pero a la que yo la convertí en eso para lo que no estaba preparada. Me gustaba tanto correr, curvear y saltar, que empecé a entrenar una hora diaria tras el almuerzo, pensándolo hoy es una brutalidad, y antes de hacer la jornada de la tarde, pues por la mañana trabajaba de 9h a 13:30h, volvía a entrar a las 16h en horario de invierno, o bien a las 16:30h en horario de verano, y salía a las 19:30h, o 20h, ya saben, si era un horario u otro. Yo vivía a escasos diez minutos del trabajo, y donde entrenaba estaba a escasos cinco minutos en moto, así que era genial, y con esa edad y esa ilusión, ni el estómago lleno molestaba, al menos aparentemente.



    Un buen día llegó alguien, muy bien equipado, conducía una Montesa de trial, roja, preciosa, a mí me parecían todas las motos maravillosas. Y mientras tanto yo a lo mío, una vuelta y otra, a toda la velocidad que podía, vengan curvas, pie que sacaba, derrapes, saltos, etc. Yo no solía parar en toda la hora y aquella persona observaba. Hay un momento en que me hace un gesto para que me detenga y le pregunto qué es lo que desea, y nunca me lo creí, ahora entenderéis por qué lo digo así. Yo llevaba como quien dice "cuatro días" haciendo en serio lo que estaba haciendo, aunque es bien cierto que en las manos llevaba bastantes horas de conducción siempre por tierra. Aquella persona me propone que me presente en un concesionario de Montesa para que promocionen, en aquellos tiempos se celebraban muchas carreras de motocross en numerosas localidades de la provincia, me quedé con los datos que me ofreció, el hombre se marchó y me faltó confianza, creer un poco más en mí, yo me dije - si llevo montando en serio "cuatro días", éste me está tomando el pelo- y no fui. Dejé pasar el tiempo, diría que varios meses. Un sábado, que estaba en casa y no había planeado ninguna salida, algo raro, recordé las palabras de aquella persona y fui a donde me dijo, ¿cuál fue mi sorpresa?, pues que conforme entraba en la calle, allí había un concesionario Montesa. Bajé de la moto, entré a la tienda y pregunté, a la primera persona que me abordó, por el nombre que me había facilitado el visitante de mis entrenos y, efectivamente, el director del centro se llamaba como me había dicho, y qué hice, pues frustrarme y tragármelo, tenía 16 años, había dejado pasar varios meses y no me lo había creído, ni creí en mí, dejé pasar el tren como se suele decir. Agaché la cabeza y salí de la tienda, es como si me hubiera llevado un chasco.

    Seguí con mi Gilera Enduro hasta que cumplí los dieciocho años. Mis padres empezaron a ponerse un poco pesados con el carnet de conducir, y claro que accedí, pero a prepararme el de motos, ellos querían que olvidara las motos y sacara el de coche, pero yo no podía, realmente lo que me gustaba era ir en dos ruedas y, sobretodo, hacer campo, me daba igual la modalidad: enduro, cross, trial, había probado todo y la tierra me gustaba a rabiar. Un amigo mío, Antonio Castro, varios meses mayor que yo, sacó el carnet de conducir motos y se compró una flamante y nueva Bultaco Sherpa de 250 CC, a partir de ahí, quedábamos  y nos íbamos varios amigos a lugares cercanos donde hubiera pendientes, escombros, agua, etc. y nos marcábamos unas zonas por las que debíamos pasar cada uno tratando de poner el menor número de pies en el suelo y sin caernos, esa fue una gran experiencia... ¡Qué gran comportamiento tenía esa moto, cuánto disfrutábamos!



    Para no alargar demasiado, lo dejo aquí, y continuamos el próximo día.

    Seguiremos...

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