lunes, 21 de noviembre de 2022

MOTOS CONTINUACIÓN 1


    Como os decía en el anterior escrito, mi amigo Antonio Castro había comprado una Bultaco Sherpa T250 y con ella nos iniciamos en la práctica del trial, en el equilibrio sobre terrenos difíciles, complicados y con materiales sueltos, algunas veces. Cuando llegué a los 18 años saqué el carnet, teórico a la primera y práctico a la tercera, pero yo sabía por qué no me lo concedieron hasta la última oportunidad de entonces, ni más ni menos, porque me presentaba al examen con la moto de mi amigo, con la Sherpa; además, me había presentado por libre, no por ninguna autoescuela, con moto propia y sin dar ninguna clase, algo que no gustaba en aquellos tiempos. 



    Empezamos a disfrutar de tener dos motos iguales y como con las motos anteriores, todos los fines de semanas solíamos transitar carriles para alcanzar algunos de los puntos frecuentados para la práctica del trial: Gerena, Morón de la Frontera o Castillo de las Guardas; incluso en estos puntos se celebraban pruebas para el campeonato de España de trial. 

    Llegó el mal tiempo y el grupito de personas que nos veíamos empiezan a fallar, la excusa era lo embarrado que estaban los carriles, la lluvia, el frío, etc., pero como yo me sentía motorista de los pies a la cabeza, la mitad de las veces me veía por los carriles solo, y si hay una máxima, esa es no salir solo por los posibles percances que pueden suceder haciendo Off Road. Pasa el tiempo y conozco un grupo que sí salía hiciera el tiempo que hiciera, pero esos aficionados marchaban con motos de enduro y me las veía y deseaba para seguirles por las vías más rápidas, así que decidí vender mi Bultaco Sherpa y llegó a mis oídos que alguien conocido de un conocido vendía una Montesa Enduro 250 H6, estaba muy nueva, tenía poco tiempo y alcanzaba para poder pagarla, así que cambié de modalidad. 



    Llevaba tiempo, no sé precisar cuánto, y comencé a tener problemas de salud, ansiedad, taquicardias, estados nerviosos y cuadros por el estilo. Fui a un médico, que tenía una clínica de fisioterapia, me estudió y su conclusión fue que de tanto traqueteo con las motos tenía las vertebras cervicales unidas y no sé qué más. Me estiraba el cuello, tirando de la cabeza con una máquina y me recomendó que dejara la afición. En aquel tiempo realmente llegué a sentirme mal, y mi prioridad, a pesar de mi vida que era la moto de campo, era sanar, curarme, así que vendí la Montesa para no caer en tentación.

    Yo era motorista, no podía aceptar aquello y ya está, en ese momento la marca Vespa acababa de lanzar su Vespa 200 cc, y corrí al concesionario Piaggio-Vespa y compré una nueva. Sonaba bien, tiraba y por ciudad fabulosa, pero mi amigo Alberto Martinez, que también venía del trial, se había comprado una Vespa 200 cc y me propone hacer una ruta por carretera hacía la provincia de Cádiz, visitando El Puerto de Santa María. Tomamos la carretera y nos lanzamos uno detrás del otro con el puño enroscado, esas motos iban aproximadamente a unos 120 Kms/h, pero descubrí que para carretera no valían, no daban ninguna seguridad, se tambaleaban de un lado a otro. Todos decían que esas reacciones se debían al pequeño diámetro de sus ruedas. Llegué a casa y decidí que esa moto no era lo mío, y con tan solo 1.400 Kms la vendí. Nueva, más que nueva, rodada e impecable, pero a mí no me llenaba.



    Pasé varios años sin motos, y comencé a trabajar de vendedor en un concesionario de automóviles muy conocido e importante en Sevilla. Allí trabajaba un vendedor que había corrido en pruebas del campeonato de España de Enduro, su nombre es Roberto, y hablando, hablando, decidimos buscarnos un modelo de moto que a él le encantaba y de la que tenía unas referencias magnificas, se trataba de la SWM de 250 cc, aunque para decir la verdad, lo que fuimos capaces de localizar fue dos motos de cross, en lugar de enduro, pero como dicha moto tenía unos bajos poderosos, cumplía perfectamente con nuestros deseos. Me olvidé de la recomendación de aquel médico y me lancé, la compré, no tenía matricula, al ser de motocross, pero como Roberto tenía carro de motos, las montábamos y cada fin de semana salíamos en diferentes direcciones. Antes no estaba tan perseguida la práctica de la moto de campo, como lo está ahora.


    Al cabo de un tiempo, dejé de trabajar en el concesionario de coches y perdí el contacto con Roberto, pero apareció la afición inesperada de mi cuñado Rogelio. El había tenido un Vespino en sus tiempos de estudiante, y más tarde había comprado una Honda Hurricane de 75 cc, pero jamás había manifestado tendencia o afición hacia la moto de campo. Un conocido, bastante más jóven que nosotros se compró una Rieju de cross de 80 cc y nos dijo que fueramos a verle entrenar en un circuito de Alcalá de Guadaira y probé la moto, iba realmente bien con la limitación de su cilindrada y potencia, pero era divertida. El propietario se la brindó también a mi cuñado para que la probara y al llegar a un salto espectacular en un lugar del círcuito que le llamaban la bañera por su gran hondonada, salió volando literalmente y se cayó, pero vino a caer donde, por casualidad, había un pequeño lecho de arena acumulada y suelta. Quedó en el suelo y corrimos hacia él, el tío estaba muriendo de la risa y no dejaba de decir: "tengo que comprarme una moto de campo". Buscamos y localizamos una Montesa Cappra de 250 cc. 

    Para poder salir desde un punto, ya que ambas motos no estaban matriculadas, mi cuñado tenía una novia, cuyo padres tenían una finca en El Viso del Alcor y llevamos las motos allá. Desde allí salíamos y recorríamos cuantos caminos salieran a nuestro paso, al cabo de un tiempo mi moto se avería y mi cuñado y su pareja lo dejan, así que llevamos las motos a mi casa. No recuerdo por qué motivo, si de trabajo o el que fuera, a parte de la avería de mi moto, comencé a desmontarle el motor y quedó prácticamente despiezado en un cajón de madera durante algunos años. Esa moto terminé regalándosela a un antiguo compañero, mecánico del concesionario de automóviles donde trabajé.



    Pasaron algunos años, pero el gusanillo de las motos no se iba del todo, mi amigo Alberto Martinez, el que había sido aficionado al trial y  tuvo también una Vespa 200 cc, que mencioné antes, se había comprado una moto vieja de trial, una Gas Gas JJ, o algo así se denominaba y me lo comentó, ese fue el detonante para que volviera al redil. Busqué moto y compré una Montesa R-315 de segunda mano, con la que volví a experimentar las mismas sensaciones de libertad y placer que años atrás saboreé. Al cabo de un par de años, decidimos ir a por unas máquinas más actuales, mi amigo compró una Sherco y yo compré una Gas Gas  TXT Pro 280, con la que subí todo lo "subible", bajé todo lo "bajable", y me caí todo lo "caible".



  Lo dejamos aquí por el momento, pero seguiremos...

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