sábado, 4 de febrero de 2023

HAMBRE Y SUICIDIO

 


    Acabo de escuchar en el programa Ser Aventureros de la cadena Ser a una chica que lleva veinticinco años trabajando en la zona sur de Sudán, en África, y ha descrito un drama humano muy, pero que muy doloroso. Las condiciones de vida de la región son muy difíciles debido al nivel de pobreza, en parte por la sequía, en parte por llevar más de diez años sumida en una guerra y el alza de los precios que casi todo el mundo sufre como consecuencia de la guerra entre Ucrania y Rusia. En Sudán del sur también se ha dejado notar, ascendiendo el precio del saco de trigo o de harina de maíz, que según comentaba esta colaboradora constituía la base de la alimentación de aquella gente, a 34 dólares, cuando los salarios medios son de cuatro dólares mensuales, incluso citaba el caso de los profesores de escuela que no sobrepasan los siete dólares. 

    En las escuelas de primaria, habían preguntado al alumnado: ¿Quién ha venido a la escuela sin haber desayunado?, y decía que el 100% de la clase levantaba la mano. Preguntaban: ¿Quién no almorzó ayer?, y, lamentablemente, volvía a levantar la mano el 100% de la clase. Por último se atrevieron a preguntar: ¿Quién se acuesta sin haber comido en todo el día?, y decía que lo normal es que el ochenta por ciento levantaba la mano. Como consecuencia de ello, niños y niñas de ocho a once años se estaban suicidando porque no podían soportar el hambre y ver al resto de sus familia, sobre todo, sus hermanos más pequeños, llorar todo el día por hambre. Situación que tampoco soportaban los padres y madres, así que el suicidio era la única salida que estaban encontrando a tal desesperación.

    Cuando ponemos en contraposición ese triste panorama vital con respecto a la forma de vivir que mantenemos algunos, cuesta seguir mirando hacia arriba, levantar el rostro, no sentir desolación, dolor y, hasta vergüenza. No podemos seguir sumidos en los vicios, en la adicción al consumo, en perder el culo por adquirir el último modelo de todo lo que ya disfrutamos. Hay muchas personas en el mundo que necesitan, simplemente, comer. Solo eso, comer, algo tan básico y primordial para seguir viviendo. Mientras esto sucede hay quienes derrochan en una sola compra, la cantidad que sería suficiente para salvar de morir de hambre a millones de personas, que como decía la cooperante, con solo cuarenta céntimos de euros comerían a diario en esos países. Lo digo en plural, porque aunque ella estaba en el sur de Sudán, decía que Uganda, con la que hace frontera, no andaban mucho mejor, también había hambruna. 

    ¡Qué desequilibrio mundial más desastroso! ¿Por qué una parte del mundo deja morir a otra parte, por qué es tan indolente? ¿Cuándo nos daremos cuenta de lo malo que es el capitalismo tal como funciona en el mundo? ¿Cuándo comenzaremos a exigir un reparto de la riqueza más justo?, ¿Cuándo nos convertiremos en un mundo más humano? Han sabido hacerlo comercialmente más global, pero lo que corresponde es hacerlo más humano. Cualquier problema nuestro es una minucia comparado con la tragedia de esas poblaciones al borde de la extinción y la enfermedad.

    Seguiremos...

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