Estamos en tiempo de sequía como bien sabemos, y como sufrimos en nuestras carnes, pero aún se puede ver que no se toman todas las medidas necesarias para evitar la pérdida de aguas subterráneas. La ley es laxa con ciertos elementos intervinientes en la realización de pozos, ¿saben por qué se siguen haciendo pozos ilegales o no declarados a las oficinas de la Administración Pública pertinente?, pues porque la ley no es lo suficientemente severa, no solo con los propietarios de terrenos donde se hace la perforación, sino con las mismas empresas que se prestan a ganar dinero con la ilegalidad de hacer los pozos no legalizados.
La ley debiera ser rotunda en el castigo hacia el propietario que hace un pozo y no lo declara al organismo correspondiente, así como con la empresa que haya realizado la perforación, entubado, etc., de dicho pozo. De esa forma, las empresas solo perforarían cuando tuviesen delante la documentación con la aprobación por parte de la Administración Pública, porque la búsqueda de agua y posterior consumo de la misma en esa ubicación ha sido permitida, aprobada, etc. De lo contrario, la ley debe sancionar severamente a los propietarios de tierras donde se realizaron los pozos ilegales, así como a las empresas que ejecutaron los trabajos. Si esta cuestión tan seria, sobre todo en tiempos de escases extrema como en los que nos encontramos, se abordara con todo el rigor, se terminaría el cachondeo en el que se ha convertido el extraer agua del subsuelo por cualquiera.
De vuelta con los políticos, que se llevan por mi parte todos los palos, pues son ellos los que tienen las competencias para legislar y hacer bien las cosas. Pero casi siempre están dando vidilla a los empresarios y dejando pasar la mano para que realicen más trabajos, cobren más, porque con ello suponen será más rentable la empresa, se perpetuará en el tiempo, podrá ofrecer más puestos de trabajo, etc.; aunque la mayoría de las veces, solo rente más para el propio empresario, la gente que trabaja para él puede seguir igual de puteada, incluso más si la faena se intensifica y el patrono les exige trabajar a mayor ritmo y realizar mayores esfuerzos sin modificar en la misma medida sus salarios. Todo esto sucede en la vida real, puede que desde el Parlamento esto no se quiera ver por todo lo apuntado anteriormente, y mientras las plantillas vayan tragando y no formen ruido se les va apretando con la connivencia de los políticos.
Es hora de poner a cada uno en su sitio, de humanizar la sociedad y exigirnos a todos por igual. Es hora de hacer leyes justas y jugar sin marcar las cartas. Es hora de amar al prójimo y desear para él todo lo mejor que cada uno desea para sí mismo. Es hora de respetar al otro, de tenerlo en cuenta. El otro existe y tiene los mismo derechos que nosotros. Es hora de ser solidarios con los más débiles y ofrecer los medios y las ayudas que sean conducentes al desarrollo de los que van quedando atrás. Es hora de legislar para evitar que la sociedad propicie la desigualdad, el enriquecimiento de unos pocos y la pobreza del resto. Es hora de tener representantes públicos honestos al servicio de la ciudadanía, no represores de la misma.
Seguiremos...
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