Todo mi empeño es dar la vuelta a la tortilla, cambiar la actual situación de mantener una Constitución que facilita todo el poder a políticos con capacidad de legislar con total placer para hacer lo que más les conviene, asegurando con ello sus privilegios, otorgándose sueldos que no son reñidos con patronal, sindicatos ni contando con lo que la ciudadanía piense al respecto. Unos políticos que hacen leyes, que en ocasiones, sirven para que la gente humilde tenga que rascarse el bolsillo, o para reprimirlas con elevadas sanciones ante tal o cual reacción, siempre para evitar que nos movamos de la loseta que nos tienen asignadas para el baile que celebran, con la música prevista y el ritmo elegido.
Llevo años buscando solución a la barbaridad que están cometiendo con todos nosotros, al absurdo de ser los mantenedores de un chiringuito social-político-económico del que unos pocos se están beneficiando metiendo las manos en la bolsa del dinero público y haciendo negocios opacos a nuestras espaldas, enriqueciéndose, lucrándose, llevándose comisiones y dineros al extranjero, que es donde tienen buenos pellizcos muchos de ellos, los políticos. Lo tienen bien amarrado, son sus leyes, no admiten la intervención real y directa de la ciudadanía, nos callan la boca con las ILP que no van a ninguna parte, nos cierran la boca con la negativa a celebrar referéndum, claro está, menos cuando a ellos ha interesado a lo largo de la historia para que se vote algo metido con calzador e inseparable del contenido central, cómo fue el ¿quieres Constitución con monarquía como régimen parlamentario? Algo así, creo que nos hicieron el cuerpo a que lo más recomendable era aceptar la Constitución, y aprovecharon para que en la votación quedara aceptada la monarquía.
Los políticos nunca han jugado en nuestra liga, salvo algunas personas que lo trataron y ya no están entre nosotros, como fue el caso de D. Julio Anguita. Desde la honestidad del Sr. Anguita, no hemos vuelto a respirar una política envuelta en esa insigne cualidad para gestionar lo público. Todos los que han gobernado este país, sus gentes, sus partidos, se han visto envueltos en cientos de casos de corrupción, manipulación de la justicia, saqueo de dinero público, malversación, espionaje de los rivales políticos y un cierto grado de represión y contención de la ciudadanía por la fuerza y el miedo a ser sancionados con multas desorbitadas.
El mal que sufre nuestra sociedad son los políticos tal como están implantados en nuestras vidas, como entes de poder, en lugar de meros gestores de nuestras decisiones y a nuestras órdenes. El sistema se tiene que dar la vuelta como si de un calcetín se tratase y eso no será posible sin la unidad de la ciudadanía, y ya los políticos se cuidan mucho de que esa puesta en común de la gente no se dé. ¿Cuánto tiempo falta para que nos lleguemos a dar cuenta de esto? La obligación necesaria frente a estos desalmados es la reacción conjunta de la ciudadanía, y para ello la más inmediata es dejar de escuchar sus mentiras, sus falsas promesas electorales. No acudir a votar, no seguirles el sucio juego marcado por una injusta ley electoral que todos mantienen por su conveniencia para doblegar a su antojo los resultados que salen de las urnas. Para dar más valor a unos votos que a otros, y para que a unos partidos políticos les cuesten más votos los escaños, que a otros.
En las próximas elecciones, no salga a la calle programado, quédate tranquilamente en casa para ver como quedan las urnas vacías y como pasa el cadáver político por delante de nuestras narices.
Seguiremos...
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