Tenía yo un compañero de ruta, que se atrevió a decir en algunas ocasiones que yo era perfecto para él, claro referido a salir con las motos a carretera, nunca lo entendí de otra forma. Era un poco atrevido, rebasaba mi capacidad de percepción en los momentos que escuchaba dicha frase, lo que me impedía devolverle lo mismo, que es quizás lo que esperaba, pues hemos convivido dicha afición varios meses, igual un año, y tuve tiempo de apreciar que su forma de expresarse iba más allá de los puros sentimientos. Siempre su boca hablaba de una amistad a un nivel, que su ser nunca fue capaz de demostrar mediante una rectificación oportuna, una disculpa y todas esas formas que a la gente sencilla poco nos cuesta expresar ante las probables ofensas de las que pudiéramos sentirnos autores por descuido.
Han sido varias situaciones desafortunadas las que me traen hasta aquí, casi siempre una imposición por su parte, y muchas pérdidas de tiempo que he sufrido por su imprevisión a la hora de tener todo a punto, incluido el mantenimiento de su moto, para partir hacia el destino que nos hubiéramos marcado. Fueron varias veces las que dispuso de mi tiempo, con idas y venidas que se pudieron haber evitado si se hubiera preocupado de revisar el nivel de aceite o de poner gasolina, como yo he hecho en infinidad de ocasiones, procurando salir un rato antes de la hora acordada para ir al surtidor y tener la moto lista para rodar. Para evitar mayores, le avisé algunas veces de lo mal que llevaba que dispusiera de mi tiempo para tareas que podría haber tenido resueltas, se lo decía con la esperanza que la próxima vez no sucediera, incluso me prometía que ya eso no ocurriría más, pero no era cierto, volvía a suceder una vez tras otra.
Ser perfecto, seguramente era ir a su ritmo y no quejarse. Es cierto que hemos disfrutado mucho de los viajes, de esas escapadas por carreteras secundarias, que eran nuestras preferidas, a través de los montes de la sierra sevillana, onubense, cordobesa, etc. Han sido muchos kilómetros y vivencias. Horas de conversación mediante nuestros intercomunicadores instalados en nuestros respectivos cascos. Horas de disfrute motero, y horas de amistad, por qué no decirlo. Todo se fue al traste porque, como dije antes, hay aspectos de la persona que no dejan obrar con humildad, pues pareciera ofensivo el situarse a la misma altura, tal vez por creerse estar más arriba o yo qué sé.
Todas las anteriores desavenencias se esfumaron porque di el paso para ello. Decidí pasar página, no dar más importancia a lo sucedido y anteponer la amistad y nuestra afición a conducir nuestras motos, que tanto nos gusta, por delante de las molestias y los enfados. Considero que no me toca volver a mover ficha, como en anteriores ocasiones, no hay partido porque la pelota está embarcada en tu tejado.
Seguiremos...
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