Aunque pertenecemos a una comunidad llamada humanidad, no llegamos a tener la sensación de pertenencia al grupo, al menos muchos no, y eso hace que se impongan los intereses propios, al tiempo que rivalizan esos con los de los demás. Todo el día rivalizamos, nuestros pensamientos contra los que tienen otros, hacia dónde queramos marchar contra el destino elegido por otros, las razones para apoyar ciertas cosas contra las razones de los otros, vamos, que no nos ponemos de acuerdo para casi nada. Muchos se creen el centro del mundo y de que todo ha de girar a su alrededor, pero lo cierto es que no somos nada o casi nada en el momento con que nos comparemos con la inmensidad del Universo, por ejemplo. Somos un grano de arena con respecto a todos los planetas, o una gota de agua con respecto a todos los océanos. Somos insignificantes y nos creemos ser todo, tener más derechos que los demás, nos ponemos por delante y casi no respetamos a nadie. Nos falta conciencia de los otros, del derecho a las cosas, del derecho de vivir de los otros, del derecho al bienestar de todos. Los acontecimientos bélicos que azotan el mundo son un claro ejemplo de esa falta de respeto por el otro, y de cómo imperan los intereses particulares de unos pocos sobre el resto de los seres vivos. No importa destruir, matar, horrorizar a una población, a mayores y pequeños. Se pulsan los botones de lanzamiento de misiles como si estuvieran jugando a un videojuego, y las televisiones retransmiten en tiempo real las explosiones de bloques de pisos con total insensibilidad, dentro ha de haber personas a las que han borrado del mapa en segundos.
Hay cantidad de gente que solo mira por lo suyo y por los suyos. Hay cantidad de gente que dice continuamente que mientras su familia esté bien, que todo lo demás no le importa nada. Hay muchas personas que no ven más allá de las paredes de sus viviendas, creyéndose con el derecho de hacer en sus casas lo que les apetezca con total desconsideración de los derechos de sus vecinos. Ponen la música a todo volumen, circulan por las calles de una urbanización a todo trapo y haciendo un ruido infernal. Sacan los perros para que se meen y caguen en las puertas de sus vecinos. Rompen cristales de las farolas, quiebran pequeños árboles, revientan mallas que sirven de cercas, dan patadas a los espejos retrovisores de los automóviles, arañan con sus llaves la pintura de los coches, se mofan de otras personas, les insultan, les amenazan, a veces les roban... ¿Qué locura es ésta?
Hay una falta de valores considerable, no hay educación ni civismo, hay cantidad de personas que no están preparadas ni a la altura para vivir en comunidad con otras personas. Hacen daño, son molestas, son ordinarias, solo miran por lo suyo sin importarle un pimiento que al lado suya viva otra familia, les falta mucha educación, son demasiada egoístas para ver a dos palmos más allá de sus narices. Lo dicen a las claras: "Yo en mi casa hago lo que me dé la gana, para eso es mi casa", ¿habrá mayor ignorancia, se puede ser más bruto? Y si les llamas la atención, prepárate, se ponen como fieras, elevan la voz muy ofendidos, te dan un portazo en la cara, se comportan como lo que son, unos mal educados. Hay demasiada gente que solo mira por lo suyo, por sus intereses. Hay demasiada escoria viviendo en la puerta de enfrente, o en la de al lado.
Seguiremos...
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