miércoles, 6 de febrero de 2013

SOÑAR DESPIERTO


Hoy vamos a permitirnos soñar, vamos a imaginar un mundo mejor para todos, un mundo dónde no tengan cabida las conductas indignas de los seres humanos. Dónde engañar, mentir, robar, maltratar y mucho menos matar; han dejado de existir por incompatibilidad con la inteligencia humana.
Este es el rincón de la utopía y tengo que rendirle homenaje a tan codiciado término. Es por ello, que me van a permitir que dedique unas letras, al bello arte de soñar con una sociedad en armonía, en paz, y proyectada desde la nobleza de las cabezas pensantes, cuyo objetivo único es el bienestar de todos. ¿Es posible?
Cada acto proyectado por quién quiera que sea, ha de haber contemplado, con anterioridad a su ejecución, las posibles repercusiones sobre la población humana, animal, plantas, aire, agua, etc.; y siempre primarán los beneficios en términos de salud y bienestar, sobre cualquier beneficio de otro orden. Así sea riqueza, prestigio, fama, ranking, records, egoísmo personal, empresarial o de otra índole.
Actualmente, sucede al contrario de lo expresado en el párrafo anterior, la especulación va en cabeza, así como la explotación, los números, las cuentas de beneficios, los movimientos financieros, el liderazgo empresarial, la competitividad, la derrota de los competidores si es posible, la agonía de copar la mayor parte del mercado potencial, las estrategias amañadas con letras pequeñas para conseguir más clientes, cifras desorbitantes abonadas en concepto de publicidad, mucha rivalidad y nada de compartir un crecimiento proporcionado y racional para todos los que participan de un mismo entorno industrial o comercial.
Tenemos que aprender de nuevo, tenemos que olvidar lo que aprendimos la primera vez que nos enseñaron a defender ese juguete, porque nos dijeron que debíamos decir: “es mío”, “no te lo presto”, y cosas así. En aquel momento aprendimos un sentido de la propiedad, que nos ha distanciado a los unos de los otros, que ha creado lucha por lo que teníamos que defender, y nos ha hecho temer por lo que creyendo era nuestro podíamos perder. Esta creencia y temor se dan al mismo tiempo, y no dejamos de reproducirlo desde nuestra infancia.
Tendremos que cambiar el paso, porque tal como vamos, la situación no podemos decir que es muy favorable para la mayoría. Tenemos que recapacitar más en lo que estamos ofreciendo al conjunto de la sociedad, debemos hacerlo todos sin excepción alguna, porque para suerte o desgracia de todos, estamos en el mismo barco. Aunque la cubierta de la embarcación sea lo suficientemente amplia, como para que no nos veamos todos las caras. Todos estamos al mismo tiempo en la misma dimensión, y tarde o temprano, todo cuanto hagamos tiene repercusión sobre todos. A veces son fenómenos naturales que tienen su origen en la excesiva contaminación, o bien en la agresiva especulación de recursos en el fondo marino, o bien en cualquier otro lugar del planeta.
Es una necesidad que cada uno de nosotros cambie ya, no dentro de dos meses, o de un año, tiene que ser ahora. No hay tiempo para adecuarse a lo que debería haber sido una situación natural de inteligencia humana, el reto más sobresaliente, comportarnos como verdaderos seres civilizados y responsables. Por tanto, tenemos que medir, a partir de ahora mismo, las posibles repercusiones que tendrán nuestros actos futuros; porque debemos evitar el sufrimiento innecesario a los demás, al mismo tiempo que procuremos el bienestar, la satisfacción de todos. Para ello, debemos ofrecer amor y cooperación, abandonar el mercado de armas y sustancias que traen muerte y desgracia a las personas.
Cuando se produzca algo, que sea bueno, sano, y esté al alcance de todas las personas que lo necesiten. Las grandes compañías tienen que poner fin a la especulación desmedida, que es capaz, como sucede hoy, de anteponer su crecimiento y ganancias a la salud y a la seguridad de la humanidad. Esto está ocurriendo desde hace años, permitido por las organizaciones, que deberían ser las encargadas de cuidar esos aspectos del bienestar de la población mundial, pero hacen la vista gorda, son permisivas o compradas por las multinacionales.
Mientras sucede este atropello a la igualdad y el amor a nuestros semejantes, sean de la raza que sea, religión o condición, millones de niños y personas de todas las edades mueren por falta de alimentos o medicamentos, otro porcentaje enorme de la población mundial empobrece a pasos agigantados. Las tragedias atmosféricas se suceden en diversas partes del planeta, las guerras no terminan porque la industria armamentística ayuda a que los conflictos bélicos incendien las poblaciones; y para colmo algunos lideres religiosos en su falta de cordura llaman a sus fieles a la locura colectiva, a las revueltas y a que aniquilen a personas que piensen de otro modo; ¿qué clase de mente religiosa hace esto?
Como podemos ver, todo este desbarajuste tiene que acabar cuanto antes, pues de lo contrario el hombre seguirá siendo infeliz hasta el final de los tiempos, que de seguir así es posible que no tarde demasiado.

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