No quiero que nos sigan representando porque somos mayores para regirnos por nosotros mismos. No quiero que otros, con intereses propios, impongan las normas por las que nos debemos guiar y cumplir. No quiero mantener personas que se dedican a pelear entre ellas por adquirir mayor poder, mientras abandonan a la ciudadanía a su suerte y a la exposición de una inflación con la que colaboran por su no intervención en la estabilización y control de los precios. No estoy con los que se acomodan en una clase social en la que no tengan cabida el resto de las personas. No estoy con aquellos que por privilegio de su situación laboral abusan de los demás, los explotan mientras que las autoridades miran hacia otro lado, incumpliendo con sus obligaciones. No estoy con los que nos roban a todos desde sus puestos en las Instituciones. No estoy con lo privado porque a lo privado lo interpreto como una anormalidad en el seno del conjunto de la humanidad, donde las acciones debieran ser para beneficiar al conjunto y no a una minoría que ha sabido vivir a costa del esfuerzo de los otros.
No quiero un Estado que sea un chiringuito mafioso y corrupto, que ampare a individuos de esa calaña, inmunizados contra una justicia inexistente controlada por esos mismos delincuentes. No deseo seguir manteniendo partidos políticos que debieran ser soportado por sus simpatizantes, afiliados y militantes. No deseo seguir manteniendo sindicatos que debieran ser sostenidos por sus afiliados. No quiero seguir abonando dinero público a la secta católica, sino que viva de la caridad de sus feligreses. No quiero pagar televisiones o radios para que digan lo que quiera el partido que gobierna. Hay que dejar de regalar el dinero que es de todos porque es necesario para crecer como país y como sociedad.
A nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer. A todos nos gusta hacer lo que nos plazca y cuando nos place. Tan solo nos falta un poco más de conciencia de pertenencia al conjunto de la humanidad para hacer proyectos comunes para todos, nos hallemos en el lugar del Planeta que sea. Los rasgos no hacen superiores a unos, ni inferiores a otros, esas fueron teorías de dictadores xenófobos y racistas. De gentes que entendieron que esclavizando a otras personas, persiguiéndoles, machacándoles y jodiéndoles la vida, ellos vivirían mejor. La vida va de otra historia desconocida para el ochenta por ciento de la población que se dice civilizada, pero que no deja de incordiar en diferentes zonas del Planeta, que no deja de destruir a otros, de invadir a otros, de asesinar a otros, de robar a otros y de empobrecer a otros.
El sistema no nos permite ser lo que queremos ser, sino lo que los poderosos digan que debemos ser. Vivimos bajo vigilancia de los poderosos, con las normas de éstos, trabajando para ellos, generando riqueza y conformándonos con una aportación ridícula de dinero, la suficiente para que no se pueda hablar a las claras de esclavitud del siglo XXI. Es por ello que lo privado no tiene lugar en ninguna sociedad porque desvirtúa las reglas morales, éticas y naturales del género humano. Todo se traduce en dinero, todo se dirige hacia él, nos ha hecho esclavos de la consecución del mismo, y nos han introducido en un círculo vicioso: gana, gasta, para volver a tener que ganar, para tener que volver a gastar. Nos crean las necesidades de productos y servicios que no son necesarios ni primordiales, para que el consumo sea mayor y las ganancias de sus industrias crezcan, asciendan en las gráficas de control. Un gran cambio mundial es urgente y no puede ser comandado por los de siempre, principalmente porque no dan la talla humana.
Seguiremos...
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