En estos últimos días, con motivo de los pactos de gobiernos entre PP y VOX, así como el acuerdo entre ambos de quitarle los apellidos a la violencia, o sea, no clasificarla de violencia de género o machista, a mi no me parece mal. Estamos un poco hartos los hombres racionales, educados, o como se decía hace años, de bien, que se nos esté "torturando, etiquetando y señalando" con la repetición en los medios de desinformación y manipulación masivos, del adjetivo machista aplicado al término violencia. Se está ejerciendo un feminismo malvado y competidor que no va a ningún sitio, porque un calificativo no va a mejorar o sustituir la falta de educación y respeto que exhiben algunas personas, en este caso algunos hombres. Las mujeres lo sabéis que esto es así, no por ser más rotunda en las descalificaciones se va a conseguir que esa falta de nivel mínimo para convivir y respetar al semejante mejore y salve vidas. También sabéis que no es posible poner en cada vivienda o en cada lugar de trabajo un policía guardando la espalda de cada una de las mujeres que se encuentren allá. Los principios han de ser diferentes para que los resultados también lo sean. Quizás los ejemplos dados desde la misma política habría que modificarlos, no se puede estar todo el día compitiendo, riñendo, reprendiéndose, tirándose los platos a la cabeza en el Parlamento y cada vez que acercan un micrófono a la boca de un político o una política.
La sociedad se convierte en un reflejo de los que tienen mayor visibilidad, tal vez por imitación, o quizá por entender que se puede gozar de la misma libertad que se aprecia en aquellos con mayor visibilidad. Es por ello que los políticos y las políticas deben cambiar sus formas de relacionarse y comenzar a respetarse entre ellos, dejar los gritos y las frases malsonantes. Exhibir educación entre ellos como el modelo imprescindible para convivir y relacionarse. Cuidar mucho los modelos de educación en la escuela, en los medios de comunicación, en los centros deportivos, en las actuaciones policiales, en las forma de legislar, etc. Pero si el país lo han convertido en un modelo mafioso para sinvergüenzas y delincuentes de todo tipo, muchas veces los primeros son las personas más famosas o los altos cargos públicos, pues aquí todos se sienten con el derecho a hacer lo que quieran, y dentro de lo que quieran se incluye el maltrato de unos contra otros, la violencia y hasta el asesinato, y ¡ojo!, que no pretendo justificar ninguna acción delictiva, sino que pretendo desgranar, desde mi punto de vista, de donde puede proceder toda la salvajada, en este caso, cometida contra la mujer.
Volviendo al principio, lo importante no es quitar el calificativo a la violencia, si es o no machista o de género, de familia, intrafamiliar, o como quieran mencionarla, sino que es violencia y como tal está penada por las leyes, y que por supuesto hay que reducirla, si se puede eliminarla, pero que no se va a quitar de nuestras vidas porque siga machacándose el oído de toda la población o de los hombres en particular, no, esa no es la vía. El camino es la educación, la conciencia, el desarrollo interior, la espiritualidad bien entendida como una manera de integrar al otro, de tenerle en cuenta, de importarnos el otro, de desear para el otro lo mejor como ser humano que es, de amar al otro. Eso se fomenta con un estilo de vida enfocado hacia allí, no solo hacia ser más productivo o tener mayor cota de poder, y a eso es a lo que dedican los gobernantes cero minutos aparte de algunos euros en algún eslogan en alguna campaña de publicidad que solo pretende hacer ver que tal o cual gobierno también lo tiene en cuenta aunque no pongan ninguna acción en marcha más que la campaña publicitaria.
Seguiremos...
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