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Dejen de pelear entre ustedes, nunca van a transcurrir las cosas como todos quisiéramos, pero quién puede soportar un gasto de energía corporal tan bestial. Nadie se puede llevar todo el día de mal humor, mostrando mal genio y discutiendo por todo, si no está enfermo. Pues cuando asomas la cabeza por las redes sociales hay mucha gente que parece que le tienen pisado el callo de un pie, no dejan de pelear con unos y otros, la ultra no sé qué, los de un bando y los de otro. Siempre los contrarios son culpables de todo lo que sucede y no gusta, o no viene bien a alguien. Muchos se dedican a dejar en buen lugar a los suyos, a donde se creen incluidos, aunque nunca hayan contado con ellos. Desconocen la libertad de poder opinar de todos en un sentido constructivo, de poner tu verdad encima de la mesa sin riesgo de ser calificado de pertenecer a éste o aquél, sencillamente porque no te incluyes en la partida de ninguno, digan lo que digan. Es una libertad extraña para muchos, porque fuimos programados para ser de tal partido político, de tal ideología, de tal religión, de tal estrato social, de tal equipo de fútbol, pero cuando llegas a desclasificarte, es diferente.
Tratas de encontrar la objetividad desde tu pensamiento e ideas propias, interpretas y deduces por ti con los datos e informaciones que te llegan. No te conformas con lo que dicen porque conoces que el personal no es claro casi nunca, siempre juega como el jugador profesional, que si puede se guarda un As en la manga. Hay demasiado trilero suelto en el mundo. Hay maldad aunque pensemos que está lejos de nosotros. La honestidad, la sinceridad, el amor por los demás se desvanece ante tanta crueldad, tanto egoísmo y tanta falta de respeto por el prójimo. Necesitamos colaborar entre nosotros, organizarnos, debatir, poner rumbo a la sociedad en la que vivimos. Necesitamos marginar a los poderes que imponen sus reglas para sacar partido económico de cuanto acontezca. Necesitamos saber cómo queremos vivir y tratar de encontrar la solución para que todos podamos vivir mejor, para que todos tengamos trabajo a cualquier edad que se necesite. Se convienen muchas cosas en el mundo, pero no aceptan que se convenga igualdad de derechos, igualdad de salarios, igualdad de oportunidades, igualdad de condiciones para vivir. Hay que poner fin al poder económico que oprime, quita el aire, la ilusión a la gente y, hasta explota causando la muerte por las circunstancias penosas en las que se desenvuelven sus vidas. Hay que esperar menos, que desde lo alto no va a venir la solución de los asuntos terrenales, y hay que poner mano a la obra para que entre todos consigamos ese país industrializado o naturalizado, si fuese posible en estos tiempos y con la población mundial existente, para que no haya criaturas sin techo, sin familias, sin trabajo, muertos de hambre y miedo, malviviendo entre basuras, comiendo de basuras alimentos en mal estado, desnutridos, enfermos, y sin atención de ningún tipo, esperando el día de su muerte. Como humanidad no podemos consentirlo, debemos reaccionar contra los poderosos que lo permiten, contra las organizaciones que lo propician.
Ante la gravedad de lo que está sucediendo en el mundo, hay que parar y reflexionar. Hay que exigir a los gobiernos un giro de timón y si no lo hacen, ahora sí me vale una frase que en España escuchamos años atrás, sin identificarme con color alguno, hay que asaltar el poder, ellos decían los cielos, si no recuerdo mal. La conducta correcta es procurar el bien para la gente, para cuantas más personas mejor, y si fuera posible para todos y todas. Somos millones de personas en este país, igual en el resto del mundo poblado, tenemos que exigir a los poderosos un trato igual y respetuoso, o hay que sacarlos a ellos del sistema social, de la dirección del mismo. No pueden seguir mandando y ordenando los que solo piensan en ellos, los que explotan a sus semejantes, los que generan enfermedad y muerte. Ellos, repito, son algunas personas, nosotros somos millones y tenemos que darnos cuenta del poder adormecido que acumulamos. Además corremos con todos los gastos de cuanto se haga en nuestra sociedad, somos los legítimos herederos del poder para establecer las condiciones que a la ciudadanía le interese y quiera, no la que imponga esa minoría, que es como ha venido sucediendo. No entiendo por qué seguimos estando tan conformes con seguir las directrices de unos señores que nos exprimen, que se sirven de nuestro esfuerzo, que se enriquecen a nuestra costa y que vienen a ser unos parásitos de la humanidad.
Para concluir, por todo lo expuesto, pido una vez más que despertemos todos y dejemos de sentirnos clasificados y fragmentados. Cualquier propósito requiere unión en la acción, que para dividirnos ya están ellos, o sea, que los tenemos enfrente, no están con nosotros, se valen de nosotros, viven de nosotros, de nuestro trabajo, de nuestro dinero. Nos tienen engañados y a muchos programados. Rompamos vínculos con los que hacen daño a la humanidad, marginémoslos.
Seguiremos...
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