A raíz de la estafa eléctrica y la consabida subida bestial de precios que hemos sufrido, muchos consumidores se han animado a invertir cantidades generosas en una instalación de placas solares, o fotovoltaica, para paliar ese exceso de tarifa y, en definitiva, reducir el total de sus facturas. Cuando paseo por mi urbanización veo lucir sobre casi cada cubierta una cantidad considerable de placas solares. Casi nadie instala baterías, que les pudieran servir electricidad en las horas en las que no producen las placas, o en los días cuya climatología impide generar la suficiente energía para abastecer la vivienda. Prefieren seguir conectados a la red, al mismo tiempo que su nueva instalación fotovoltaica genera su propia electricidad. Que el día impide generar la suficiente conforme al gasto energético de la vivienda, pues la red pone lo que falte. Que el día es esplendido, está bien soleado y las placas solares están a pleno rendimiento, generando un exceso de energía, pues ésta se inyecta a la red. Hasta aquí todo bien, pero la injusticia sucede cuando es la eléctrica la que pone sus tarifas, tanto la de compra como la de venta. Como la banca, las eléctricas nunca pierden, y cuando han dicho que eso, bastante improbable, ha sucedido, ya viene el Gobierno con miles de millones a auxiliar, no sé si previamente se cercioran minuciosamente de que las pérdidas se han ocasionado, perdonen que lo dude mucho, sabiendo con los bueyes que nos vemos obligados a arar.
Paso al segundo punto, por supuesto relacionado con lo dicho hasta el momento. De nuevo me refiero al precio de compra y venta de la energía por parte de las eléctricas, venden caro y compran barato. Lo más lamentable de esto es que lo que tú inyectas a la red se lo venden a tu vecino al precio estafa de costumbre, produciendo más beneficios a tu costa con la ayuda del Gobierno. Está bien que fijen sus precios de venta en función de los costes reales, cosa que no hacen para cometer la estafa que todos conocemos (cobrar toda la energía a razón de la fuente de generación cuyo coste sea el más elevado de todas las formas de obtener electricidad). Vemos que el punto de partida es un engaño a los consumidores. De nuevo, un engaño autorizado o permitido por los gobernantes. Además de esto, nos fijan los precios de la energía que nuestras instalaciones generan, evidentemente muy por debajo del precio al que se la compramos a las eléctricas. Lo justo sería que toda la energía inyectada la pagaran al mismo precio de la que consumimos. Siendo obligatorio verter solo la sobrante, debiendo estar bien calculada y ajustada la instalación fotovoltaica a la potencia contratada con las eléctricas para no incurrir en sobre dimensionamiento, ni especular con la misma. De tal manera que la energía inyectada siempre ha de ser menor a la consumida, contrarrestara parte de la consumida de la red, abaratando la factura sin hacerla llegar a cero, pero sí reduciendo de un modo sustancioso su importe total.
Este sistema de vender y comprar electricidad al mismo precio de tarifa de las eléctricas, beneficia a los consumidores, al tiempo que reduce los desorbitados beneficios de las empresas abastecedoras de este servicio. Si los gobernantes obligaran por ley a dichas empresas a comprar la electricidad inyectada a la red por los consumidores al mismo precio que ellos la venden, y se verificaran los costes de obtención de energía por los diferentes sistemas, hallando su coste medio en función de los diversos costes, las tarifas serían moderadas y la estafa llegaría a su fin.
Seguiremos...
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