En estos días pasados concluyó el
plazo dado por el gobierno para regularizar la situación fiscal de las
cantidades evadidas, no declaradas a la Administración de Hacienda. Esta
operación que han dado en llamar: Amnistía fiscal, el salvaconducto de los defraudadores
de este país, concedido por obra y gracia de los políticos, en este caso del
PP, para tratar de hacer caja en el juego de: todo vale.
La amnistía fiscal representa un
agravio comparativo hacia el resto de ciudadanos que cumplen con la legalidad vigente,
que parece afecta y obliga a unos pero no a otros; pues estos últimos cuentan
con el consentimiento de los gobernantes, de nuestros representantes. Y si nos
representan, cuando ellos aprueban o permiten, es como si nosotros
consintiéramos al mismo tiempo. Esto es una barbaridad.
Cuando un gobierno pone en marcha
una amnistía fiscal es conocedor del fraude, de la práctica frecuente de las
altas esferas a evadir capitales, y con ello de delinquir. ¿Qué hacen?, pues en
lugar de proceder a su investigación, seguimiento, captura, juzgarle,
condenarle y hacerles pagar a los delincuentes; les abre las puertas para que
se regularicen estas acciones delictivas, y en mejores condiciones
contributivas que el resto de los ciudadanos de este país.
Además de todo lo indicado, y
como el delincuente no se fía del gobierno, contrata a unos asesores que se
personan en la Administración, y la chantajean, le obligan a que se comprometa
a no investigar su procedencia, ni a tomar medidas contra los autores de este
blanqueo legal de dinero negro. Una vez obtenidas las condiciones permisivas
pretendidas, aparecen tímidamente unas cantidades que no solucionan la
situación actual de decadencia económica del país, ni se acerca a la cifra que
el gobierno proyectaba recaudar.
Todo este circo mediático para no
se sabe qué, porque no ha solucionado nada, como no sea para los regalos de
reyes magos de algunos de los miembros del gobierno, o de todos los componentes
del gobierno, que hayan querido concederse su paga extra de Navidad, para
ponerle los dientes más largo a los funcionarios de este país.
Como conclusión diría que una vez
más demuestran que hacen lo que quieren sin oír a los ciudadanos, aplicando la
ley a su gusto y antojo: este es culpable, aquel incurre en el mismo delito
pero no lo es, ahora castigo, ahora miro para otro lado; todo lo que quieran
menos cumplir con su obligación, procurar el bienestar de los ciudadanos y
hacer cumplir las leyes con equidad e igualdad para todos, tengamos el rango
que tengamos en la escala social de este país.
Políticos que temen tanto a los
que tienen el capital, que se ven obligados a reírles las gracias y a comulgar
con sus deseos e imposiciones, no nos llevan a ningún lado bueno, no van a
procurarnos bienestar y progreso. No saben, no están preparados para asumir esa
responsabilidad, no son honestos casi todos ellos, han perdido el componente
humano de sus almas. Dirigen a la policía contra personas que se manifiestan en
un supuesto estado democrático, donde se supone hay libertad de expresión,
haciéndoles cargar contra estos como si de cajas de cartón se tratara.
Una vez más, les ruego que salgan
por la puerta por su voluntad, ¡váyanse, no nos representan!, ustedes no tienen
la sensibilidad humana suficiente para gestionar los problemas que tenemos los
ciudadanos. Ustedes no tienen catadura moral ni ética, para enfrentarse a
vuestros amigos los banqueros porque les deben demasiados favores personales, y
para devolvérselos estáis arruinando muchas vidas. ¡VÁYANSE!
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