Si tratáramos de ponernos en el
lugar de las otras personas, y con ello tratáramos de comprender el punto de
vista de los demás; si hiciéramos el esfuerzo de captar sus sentimientos, y nos
preguntáramos por qué nos dicen esto en este momento o por qué actúan como lo
hacen en este instante; tanto nosotros como nuestros interlocutores saldríamos
ganando. Nuestras relaciones serían más enriquecedoras, nos satisfarían más a
todos, pues las comunicaciones serían más conscientes y consecuentes.
Es muy posible que, en algún
momento de nuestras vidas con situaciones parecidas a las que vive esa otra
persona, nos hubiéramos mostrado de un modo similar a como ahora observamos que
esa otra persona se está comportando. No siempre estamos en un punto óptimo de
respuesta y control, ni en un momento energético adecuado para abordar ciertos
ambientes, momentos, entornos, etc.
Lo que sí que es importante es que
tenemos que poner cada uno de nuestra parte mucho más, con el único propósito
de cuidar las relaciones y satisfacer al otro, mostrando acogida, respeto,
interés por sus inquietudes, acompañándole en sus dificultades, ayudándole si
lo requiere, siempre receptivos y amándole.
¿Se imaginan cómo podríamos
elevar al género humano con una conducta empática, cuando los demás nos
importen de veras y dejemos de verles como competidores con los que rivalizar?
Podemos conseguirlo cuando nuestra comunicación esté basada en una escucha
activa, que nos conduzca irremediablemente a aprender los unos de los otros,
prestando atención con los cinco sentidos porque todos tienen algo que
compartir, algo que dar u ofrecer. A nadie podemos ni debemos descalificar solo
por haber dado el primer vistazo y no habernos encajado, como nos sucede en
ocasiones.
Igual que la vida es mucho más de
lo que aparenta, las personas encierran y están dispuestos a dar mucho más de
lo que interpretamos, es cuestión de confianza, relación, amistad y paciencia.
No obstante, los que de momento no entran en ese círculo más cerrado, son igual
de válidos para los demás, pues el momento de contacto, por la causa que fuere,
es el instante que tenía que ser, en el que la comunicación se brinda como
interlocutora de afectividad, y mediadora para plantear cuestiones y dar
soluciones. No ha de ser vista como arma arrojadiza para hacer daño lanzando
palabras, defendiendo causas indefendibles u ofensivas para la otra parte.
Cojamos la herramienta de la voz
y del pensamiento para hacer un buen uso de ellos, para hacernos cada día más
conscientes de lo importante que somos cada uno de nosotros para el resto de la
sociedad. Como en todo hay que esforzarse, y en esta tarea tan importante de la
comunicación y las buenas relaciones con empatía, tenemos que tener la atención
puesta en ello, en querer conseguir la maestría de la sabia interrelación, la
de la comprensión, la que suma, no la que resta, la que aporta valores, la que
nos engrandece a todos y cada uno de los que participan de este modo de ver a
los demás.
Es tiempo de abrirse, de darse,
es tiempo para la honestidad y la verdad en las relaciones; es un buen momento
para comenzar a interesarnos en los demás con sinceridad, es una oportunidad
para dar la vuelta al contacto efímero o de compromiso. Es el momento de decir:
aquí estoy, me interesas, me importas, deseo lo mejor para ti, deseo que te
vayan bien las cosas, te ofrezco mí ayuda si la necesitas. Te miro desde el
corazón, te hablo desde el mismo sitio y quiero que crezcamos juntos.
Y cada día tratar de no perderlo
de vista, ni perder la oportunidad de practicar, de pasar a la acción sin
creerme ser más, sino tratando de ser mejor. Siempre con la transparente
intención de comprenderte.
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